jolet?n de la Real /lcademia Gallega 263
ELOGIO DE CURROS ENR?QUEZ
SE?ORAS Y SE?ORES:
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ta, no tan solo para conmemorar la triste fecha de la muerte del gran
poeta, sin? para dar al pa?s una prueba viva, profunda, innacabable, ?
del amor que nos merece su memoria. Hubiera sido Curros Enr?quez
uno de tantos innominados que la v?spera aclama como inmortales y
al siguiente d?a olvida como cosa in?til, y ya nadie pensar?a en ?l. Que
eso tiene de justiciera la muerte: echa tierra sobre los que no merecen
m?s, y consagra a cuantos son dignos de perpetua recordaci?n; como
consagra y enaltece en estos momentos y para siempre, al sin
fortuna que en sus a?os juveniles transit? por la v?a dolorosa, aqu?l a
quien los imprevistos sucesos llevaron sangrando por los lugares en
donde solo crecen las espinas, y que durante su vida sufri? las amar
guras de todas las separaciones y soport? cuantas tristezas pueden caer
sobre un desgraciado.
Arrastrado por la violencia de su infortunio, respondieron sus
acentos, llenos de la amargura que desbordaba en su alma,.11enos hasta
no m?s, de las iron?as que el espect?culo de las miserias humanas, le
vantaban en su pecho. A este calor respondieron los gloriosos poemas
en que se transparentan a un tiempo, las severas condiciones de su ca
r?cter y de las superiores dotes de poeta de que fu? due?o y se?or en
este mundo. Y ya desde este momento, nadie se atrevi? a querer pri
varle de la veneraci?n de su pueblo, y de la admiraci?n sin l?mites,
con que se acogi? su libro Aires d' a mi?a terra, pues los versos que en
sus p?ginas hab?an sido abiertos con cinc?i inmortal, hirieron de tal
modo el coraz?n del pa?s, de tan viva manera despertaron en las mul?
titudes los innenarrables sentimientos de compasi?n hacia las almas
muertas de Galicia, que a una voz ae exclam? bajo estos cielos: ?Ha na
cido un nuevo, un gran poeta!
Muy viejo soy, se?ores, y por eso, testigo de la miseria que les
devoraba, puedo asegurar que en mi ni?ez vi lo que aun hoy me cues
ta l?grimas el recordarlo. Vi hogares apagados, vi al campesino vestir
las ropas m?s astrosas, vi al menestral trabajar de d?a y noche, sin un
momento de descanso ni esperanza de mejores d?as. Vivian los hosti
gados de la suerte en un perpetuo martirio, al cual solo la muerte po
n?a fin. ?Por qu?, por qu? se acusa a nuestra Musa de quejumbrosa