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?$olet?n de la Real ) cademia Gallega 235
los cargos que sus enemigos amontonaron sobre ?l, con la ocasi?n ?
Ni una palabra diremos aqu?, de lo que se relaciona con la vida
militar del general Sr. L?pez Morillo, ni lo consiente la ?ndole de esta
noticia necrol?gica. En su hoja de servicios est?n consignados los ?xitos
de soldado, de quien apenas salido del colegio militar y destinado ?
Cuba, tom? parte en las luchas que Espa?a sostuvo en aquella isla,
y de como en la campana de Santo Domingo, cay? prisionero y sufri?
durante un a?o las durezas de tan amarga situaci?n. De todo ello guard?
los mas vivos recuerdos, gracias ? los cuales pudo en sus descansos de
guarnici?n, escribir la detallada Historia de aquella guerra. In?dita
queda en poder de su familia y asimismo otro important?simo trabajo,
la Historia de la Guerra de la Independencia en Galicia..
A otros estudios de ?ndole bien distinta se dedic? tambi?n, y de
ellos es fruto la curiosa colecci?n de conquiliolog?a que llev? ? cabo
en compa??a de otro paisano nuestro, D. Andr?s Cisneros, y creemos
tienen guardada los suyos con el piadoso cari?o que en vida le pro
fesaron.
Descanse en paz el ilustre general, el estimado amigo, el compa
?ero de nuestros trabajos acad?micos; descanse bajo el cielo de su
patria, para ?l siempre querida. No le olvidaremos jam?s cuantos le
trat?bamos, honr?ndonos con su amistad sin mancha, pues sabemos
lo que val?a aquel coraz?n de soldado, aquella inteligencia clar?sima,
aquella buena voluntad, puesta siempre al servicio de su pais.
MANUEL MURUU?A.
PRUDENCIO CANITROT
No, no debi? morir cuando todo lo sonre?a. El cielo fu? bien cruel
con ?l. Seguros los primeros ?xitos, frescas todav?a las rosas que em
balsamaron los anhelados triunfos, su muerte fu? una crueldad que
debi? sorprender ? quien en los mismos momentos en que se cerraban
sus ojos para siempre, todav?a desplegaban cari?osas ante su vista las
3 doradas esperanzas de un porvenir glorioso. ?Que se dir?a el infortuna
do, al sentir el dolor de la separaci?n suprema, cuando en medio de su
asombro, oy? gemir el viento de su ?ltima noche!
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