Doletin de la Real ycademia Gallega 303
Luego cant() a la Libertad y proclam? que sin ella no puede
vivir el genio.
Habl? del renacimiento gallego iniciado el a?o 1842 y dijo
que la labor literaria de los precursores s?lo resiste una critica be
n?vola, 'porque trabajaron tan coaccionados por el ambiente que
no'puede exig?rseles m?s de lo que hicieron.
Evoc? el primer peri?dico : fundado en La Coru?a, por su
padre, all? por el a?o cincuenta y tantos del pasado siglo, , en ui
mezquino bajo situado frente al atrio de San Nicol?s, con una mesa
de pino, un tintero, unas peque?as cajas y una prensa que :recor
daba a Gutenberg. Tuvo un recuerdo para el c?lebre caf? ?El
Le?n de Oro?, cuyo techo se podia alcanzar con la mano y : que
serv?a de cen?culo a las pe?as literarias de entonces y de todo ello
dedujo que no se debe ser muy exigente con los hombres de ague
Has generaciones.
liable) de las deudas que tiene que pagar Galicia con varios
hombres ilustres, de los que cit? el c?lebre qu?inico Casares, el
naturalista Victor L?pez Seoane y el artifice Antelo y termin? re
novando su expresi?n de gracias a todos los presentes.
Despu?s habl? de nuevo el Sr. Rodriguez Gonz?lez para ex
presar la emoci?n producida por la muerte de D. Jos? Maria
Ozores de Prado, miembro electo de la Academia y pidi? que se
guardase un minuto de silencio en memoria del finado.
Finalmente el coro ?C?ntigas da Terra? cant?, : con su pro
verbial maestria, la ?Alborada? de Veiga, de cuya letra, fu? autor
como es sabido, D. Francisco de la Iglesia.
Todos los oradores fueron muy aplaudidos, lo mismo que el
notable coro gallego.
ASOCIACI?N PROTECTORA DE LA REAL ACADEMIA GALLEGA.
EN BUENOS AIRES
Como en arras anteriores, acaba de publicarse en Buenos Aires
la Memoria, correspondienle al a?o de ' 1926, en la que la patri?
tica Asociaci?n Protectora de nuestra Academia, da cuenta de su,
gesti?n durante el expresado a?o.
Expresa, en primer t?rmino, su m?s sincero pesar por el
fallecimiento de los Sres. D. Manuel Castro L?pez y D. Alejan
dro Miguens Parrado, Miembros de dicha Instituci?n y Corres
pondientes dela Academia, y dedica a ambos un cari?oso y sen
tido recuerdo, a?adiendo luego, que, siguiendo la pr?ctica esta
blecida, colocar? una placa de bronce en la tumba de los dos ilus
tres desaparecidos.
Da cuenta tambi?n de la muerte del socio protector D. Joa
quin Estrach, haciendo constar el sentimiento producido por tan
sensible p?rdida.
Expresa que, debido a la ausencia definitiva de D. Julio D?
