>8. ~oletin de la Real 55cademia 6allega
Don Manuel Amor MeiI?n
?Dec?a el autor de Los Tres Mosqueteros que la Historia no era
para ?l otra cosa que la pared donde acostumbraba colgar sus cua
dros. Y esta bizarra afirmaci?n que pudieran, sin el escr?pulo m?s
leve, suscribir todos los novelistas de la escuela walterescotiana, si
declara el menguado respeto y el fervor escaso que a la divina Clio
profesaban, revela tambi?n el enorme caudal de imaginaci?n y de
inventiva que ?rales menester para dar 'fuerza y nervios, consis
tencia y vida a sus creaciones, no por bastardas muchas veces, me
nos bellas, art?sticas y armoniosas. Ejemplo fu? el de Dumas, que
siguieron, resuelta y desembarazadamente, cuantos en pos de ?l 11e
garon, y, en Espana, sin disputa todos : desde Larra a Ortega y
Frias, desde Espronceda a San Martin, desde Fern?ndez y Gonz?
lez a Vicetto.
Y he aqu? dos nombres que, al acudir, emparejados y de pronto
a la memoria, quiero unirlos de igual suerte en los puntos de la
pluma, por el extrano y nada vulgar paralelismo que con ellos se
repara a poco que el ?nimo se fije en el tiempo en que coexistieron,
en el desenvolvimiento de su producci?n, en sus aptitudes creadoras
y hasta en sus personales caracter?sticas.
Vaya por delante la afirmaci?n rotunda de que nada debe el
novelista ferrolano al granadino; aquella Edad Media que ?l en sus
obras nos describe es hermana gem?la de la que exhumaron, Larra
en El doncel de Don Enrique el Doliente, Espronceda en Sancho
Salda?a, Trueba y Coss?o en El pr?ncipe negro, Villalta en El golpe
en vago y en sus varias novelas muchos otros escritores de la pri
mera mitad de la pasada centuria. Las del autor de Martin Gil no
las recuerda en ning?n instante.
Y sin esfuerzo se comprende..Naci? el novelista gallego tres
a?os antes que el andaluz; en 1844 (a los veintitr?s de su vida)
publicaba sus primeros Cuentos en el Semanario Pintoresc? Espanol
y daba a las prensas su novela El Caballero verde; en el ano si
guiente sacaba a la luz el segundo La mancha de sangre, su pri
mera novela tambi?n, una y otra del g?nero hist?rico, ya en la ple
nitud de su apogeo; casi al mismo tiempo que en Granada era
aplaudido el primer drama de Fern?ndez y Gonz?lez, era objeto de
calurosas ovaciones en el teatro de Ferrol El Arguer() y el Rey, de
Vicetto. Y marchan en adelante casi paralelas la producci?n del
uno y la del otro, desde luego infinitamente ma's copiosa la del fe
cundfsimo D. Manuel, que logr? imponer su vasallaje a los editores