jole lin de la Academia Gallega 8i
March, en cuyos versos se encierra una filosof?a del amor, como la de
Plat?n, del amor alambicado, sutil y et?reo, que tanto extremaron los
caballeros andantes, y que de tan donosa manera ridiculiz? el .gran
Cervantes en su Ingenioso Hidalgo.
Pero el erotismo plat?nico, trovadoresco, no pod?a" compadecerse
en modo alguno con el esp?ritu del Renacimiento. El amor dej? de ser
el gallardo palad?n que se le apareci? al trovador Pedro Vidal de Tolo
sa, y se convirti? de nuevo en dios ni?o. Cupido volvi? a disparar sus:
flechas; los Amorcillos volvieron a juguetear en las cuerdas de la lira y
en las estrofas de los poetas; el idilio de Teocrito, la canci?n anacre?n
tica, la ?gloga virgiliana, la eleg?a er?tica de Catulo y Tibulo, y la oda
de Pindaro y del pr?ncipe de los l?ricos latinos resurgieron como por
encanto, y el sentimiento del amor, depurado de vagos ensue?os y flo
tantes idealidades, revisti? las opulentas formas cl?sicas, apareciendo,
entre nosotros, tierno y delicado en Garcilaso, ' dulce y filos?fico en el
Maestro Le?n, magn?fico y pomposo en el divino Herrera, y sencillo e
ingenuo y a la vez impetuoso y sublime en Santa Teresa de Jes?s, en.
San Juan de la Cruz y en todos los grandes m?sticos y asc?ticos, en
cuyas obras la riqueza de la dicci?n; la armon?a del per?odo y la abun
dancia y galanura del estilo se unen en amigable consorcio, para
expresar, a impulsos de la llama de amor viva que les abrasaba el
coraz?n, los conceptos m?s espirituales, y los ?xtasis dulc?simos, las
celestiales nostalgias y las viv?simas ansias del alma que suspira por
su Dios:
(Se continuar?).
MEMORIA
LEIDA EN EL ACTO DE LOS JUEGOS FLORALES QUE SE CELEBRARON
EN LA CIUDAD DE ORENSE EL ? DE JUNIO DE 1906, YEN LOS CUALES
FUE MANTENEDOR EL ILUSTRE ORADOR Y CATEDR?TICO DE AQUEL
INSTITUTO, DR. D. MARCELO MACIAS
SE?ORAS Y SE?ORES:
No ha mucho tiempo que, aprop?sito del atraso intelectual de Es
pa?a, dijo un notable soci?logo, que no alcanzar?amos el nivel de la
cultura de otros pa?ses mientras no ech?ramos llave de hierro al sepul
cro del Cid, extinguiendo por completo los resabios de la Edad Media;
como si fuera posible el olvido de una etapa, cuyos hechos formaron