96 T oletin de la Real Academia Gallega ? , ?
ofrece, esta tierras privilegiada, la cual parece que surgi? 'a la vida al
conjuro m?gico de alg?n encantador.
Por eso, te he amado siempre ?oh Galicia querida! y no s?lo te he.
amado, sino que te amo todav?a y te amar? siempre con loco frenes?. Y
porque te amo,: pido al cielo de todas veras que, cuando llegue la hora.
de mi final partida, se cierren para siempre mis ojos en tu amoroso
regazo, a fin de que mis yertos labios impriman en tu sagrado suelo,
con, la persistencia de afectos que perduran despu?s de la muerte, el
?sculo postrero..
DISCURSO CONTESTACI?N
POR EL
SR.. D. MANUEL M.URG TJ?A
Se?ores, Acad?micos
Permitid a quien ni siquiera puede decirse ya, hombre de otros
tiempos (pues pronto entrar? en su silencio), que antes de ocuparme en
contestar al elocuente paneg?rico que de la lengua gallega y de la poes?a
en esa misma lengua expresada, hizo nuestroamigo y distinguido com
pa?ero, dirija un saludo a la ciudad' lucense, a los que en ella nacieron,
a los que. aman la vieja metr?poli de la regi?n, a cuantos nos rodean y
honran con su presencia.. No es ?ste: vano artificio oratorio para ganar
vuestra atenci?n y simpat?a. S? que de antemano me la hab?is otorgado;
pero es, se?ores, que vuelvola vista a las risue?as horas de mis espe
ranzas y con ellas est?n mezclados los recuerdos de Lugo. Pienso en
los d?as olvidados y muertos para m? y se levantan las memorias que
ridas, las afecciones que se extinguieron sin que las contrariedades de
la vida puedan borrar por completo un pasado que dej? en mi coraz?n
huellas imborrables. ?C?mo pudiera ser que en esta hora, que en este
estado de ?nimo, no vengan a turbar mi pensamiento, con el rumor que.
en mi alma levantan todav?a, los afectos, ni muertos ni olvidados, pero
que llenaron mi existencia, en d?as pasados para siempre, que viven' en
mi alma sin que nada .pueda hacer que les olvide, pues est?n unidos a
esta ciudad por gratitudes que no amenguar?n jam?s las decepciones
sufridas?,
Recibe, pues, recibe Lugo, mi saludo. Como el regio peregrino
que en la Edad Media fu? a morir desconocido al pie del sepulcro del
Ap?stol, en aquella, para m?, entra?able ciudad en que he pasado tantos'
d?as felices y tantos amargu?simos, me toca, sin duda,'' venir tal vez a