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? bolet?n de la Real< Academia Gallega 8
DOS PALABRAS DEL SE?OR PRESIDENTE P. JUAN JOSE ROBERES
COMO APERTURA DE LA VELADA
DE UN DISCURSO
No fu? un discurso el que pronunci? en nuestra fiesta, que pudiera
llamar acad?mica, ni creo que merezca tal nombre una queja de amor
que brota espont2neamente del coraz?n, cuando ante el mundo rendimos
homenaje a la due?a de nuestros pensamientos. Pocas veces he tenido
calina para componer un discurso, y mucho menos para encomendarlo a
la memoria, en la seguridad de que mi fantas?a no es nada f.icil de some
terse a preceptos y rigorismos de forma, y que al fin atropellar?a por todo,
haci?ndome decir lo que no pens? ni escrib?; pero,, si, lo que le inspir?
mi coraz?n. En esto creo que marchan de perfecto acuerdo mis senti
mientos y mis palabras. Y si he de hablar de Galicia, entonces` no se me
ocurre que tenga que pensar siquiera lo que tengo que decir. ?No es mi
novia? ?No la quiero con todo mi coraz?n y toda mi alma?... Pues los
novios que piensan y estudian lo que han de decirle a sus amadas, no
dicen .m?s 'qu? tonter?as.
Me piden aquel discurso para publicarlo en. la Memoria anual de
nuestra amada Asociaci?n. Digo que no lo escrib?. Vuelven a rogarme
que diga siquiera lo que aquella noche dije. Pero ?lo s? yo acaso? Atro
pelladamente, queriendo encerrar en pocas palabras las incontables belle
zas de mi adorada; hablar a un tiempo del monte, del bosque, del do;
de los pinares rumorosos; de las r?as de ensue?o; de los` cantares l?ngui
dos, de las` costumbres patriarcales del hogar gallego; de la Galicia santa,
de la Galicia herm?sa; de la Galicia` noble, her?ica y amorosa como nin
guna regi?n de la tierra; queriendo vestir mis pensamientos con palabras
vistosas, sin tiempo para darles m?s que un harapo chill?n, por las prisas
de mi fantas?a, proclam? la belleza sin par de mi adorada... Muchos
aplaudieron; alguno, me dicen, que llor?. ?Que Galicia se lo pague con
sus cari?os durante su vida, y les preste despu?s su regazo cuando duer
man con sue?o de piedra!
Tambi?n execr? de los que la ofenden y escarnecen sin conocerla,
porque, si la conocieran, yo s? que hab?an de amarla. De sus hijos que
se averg?enzan de serlo. Esto lo recuerdo bien. Algunas veces tuve que
hablar con todo reposo, para no maldecirlos. Pero les dije: que nosotros
los que nos honr?bamos con proclamar la grandeza de nuestra amada