222 joletin de la Real yicademia Gallega
important?simo segundo Congreso Eucar?stico Espa?ol, al que han con
currido el ProNuncio de S. S. en Madrid, Cardenal Cretoni, y el Car .
denal Casa?as, tres Arzobispos, diecisiete Obispos y el Abad mitrado
del Monasterio de Samos, infiniton?mero de. sacerdotes ?le toda Espa?a
y much?simos fieles, que acudieron de todas partes para presenciar tan
grandioso suceso y patentizar su adhesi?n a Jesucristo, vivo en el mis
terio augusto de la Eucarist?a.
Los gastos que el culto origina, sufr?ganse ahora con la dotaci?n
que a la iglesia asign? el Estado, que hasta hace pocos a?os consist?a
en 70.000 reales, anuales, pero que pudo conseguirse fuese aumentada
,, hasta el m?ximun se?alado por el Concordato a las iglesias sufrag?
neas, volviendo a disfrutar una asignaci?n que ya tuviera en tiempos
lejanos.
Pobre, bajo conceptos distintos, la Catedral, que ni por la riqueza
de su construcci?n, ni por las esplendideces del culto, seduce, tiene en
cambio, religiosamente considerada, una grandiosidad tal, que al pene
trar bajo sus b?vedas, se advierte un extra?o sentimiento de devoci?n,
un m?stico encanto, misterioso, inexplicable, que sobrecoge el ?nimo y
produce veneraci?n y respeto.
Y es que, como dijo un notabil?simo orador sagrado (1), est? all?
patente el Santo de los Santos, el Rey de cielos y tierra que todo lo llena..
? JOS? VEGA BLANCO.
(i) Nos complacemos en consignar un recuerdo de admiraci?n y afecto a la memoria
del orador sagrado a quien se alude, el que durante muchos a?os fu? can?nigo magistral de
Lugo, el Sr. D. Juan Manuel Cart?n, verdaderamente elocuente, ilustrado sacerdote cuyos ser
mones eran prodigio del bien decir, llenos de sabia doctrina, constituyendo conferencias reli
giosas admirables y ejerciendo tan poderoso atractivo que a o?r al Sr. Carl?n, acud?an al tern
? plo personas de todas las clases sociales, ocupando el auditorio las amplias naves en apretu
jada pi?a.
Desde que la muerte arrebat? a la sagrada c?tedra a aquel eminente orador, qued? en
el p?lpito de la Espa?a cat?lica un vac?o, que no hubo por ahora quien pudiera llenarlo, dando
la nota grandielocuente de que el recordado Sr. Carl?n hacia gala, pues era un verdadero ar
tista de la palabra.
A su memoria no se ha pagado todav?a el tributo a que se hizo acreedor aquel orador
insigne, siempre magistral.