292 ijoletin de la Real Academia 6allega
perdurable, y s?lo en ocasiones tan solemnes y perspicuas como delta,
surge, refulge y domina el ambiente espiritual que las circunda con
esplendor meridiano.
D. Marcelo Macias es nuestro, absolutamente nuestro. Lo es en
cuerpo y en espfritu. Lo es por ser hijo de aquella Astorga que el gran
Idacio, el primer historiador espafiol, el T?cito gallego, llam? en su
admirable Cronic?n ?ciudad de Galicia,. Lo es por ley de la sangre,.
ya que gallegos, valdeorreses y bercianos fueron sus abuelos. Lo es
porque Astorga, su cuna, puede, con junto titulo, llamarse ?defensa y
antemural? del Reino de Galicia, su avanzado baluarte en la historia
de las invasiones y desbordamientos migratorios que ha experimentado
nuestra tierra querida. Y lo es, en sum, por su propio querer, por su
espont?nea devoci?n y ded?cac??n a nuestra vida fntima, a nuestra
peculiar cultura, a nuestro catheter ?nsito y connatural, de tal suerte
que el ?ubi bene ibi patria?, tamizado a trav?s de su egregia persona
lidad, acrisolada por el fuego inextinguible de su amor a la tierra de
su predilecci?n, reviste las proporciones maravillosas de un glorioso
apotegma, saturado de fragante cordialidad.
De esa misma manera fu? gallego aquel San Martin Dumiense,
nacido muy lejos de aqu?, el ap?stol del Catolicismo en Galicia, el
evangelizador de los suevos, el S?neca bracarense, de cuyos alientos
proselitistas, reivindicadores y exaltadores de la personalidad galaica,
participa en grado excelso nuestro insigne homenajeado y su entusiasta
panegirista. Nadie, come ?l, acert? a penetrar el ?ntimo sentido de
? aquel portentoso monumento erigido a la personalidad de Galicia por
el gran Idacio, el limiense obispo de Chaves, que en los dias apocal?p
ticos de la irrupci?n de los b?rbaros, traza y esculpe su famoso Croni
c?n con la austera majestad de un profeta b?bl?co. Nadie come di
acierta a vivir la vida intensa del sabio benedictino Padre Feij?o, cuyo
elogio literario supo trazar con la certera intuici?n de un Fontenelle y
con la pompa Ifrica de un Bossuet. Nadie como ?l pudo plasmar en
im?genes de tan emocionante realismo hist?rico la gloriosa efem?rides
de la defensa de la Coruna contra los ingleses en 1589. Nadie logr?
come ?l trazar de un modo definitivo la gallarda figura de aquel gallego
insigne que se llam? Nicomedes Pastor Diaz, en quien pareci? reen
carnar, en la ?poca rom?ntica, el alma trovadesca de Macias el Enamo
rado. Nadie, en fin, sin? ?l atin? a revelar y a popularizar on Galicia
la gloriosa figura de San Rosendo, politico, guerrero y fundador; ni
?scudrifi? con mayor probidad y conciencia hist?rica las confusas an
danzas, revueltas en sangre y cieno, de los suevos en Galicia, al tradu