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BOLET?N DE LA LEAL ACADEMIA VALLEG? 31
no tienen una `idea precisa de la piedad, que propenden a la supersti
ci?n y la milagrer?a. Por ah? andan esas ?oraciones en cadena?, que
no hay que romper porque ?pasa algo?. No faltan ?oraci?nes que con
ceden? ni ?Credos? en serie, que no son profesi?n de fe, sino f?rmu
las m?gicas, que al llegar al n?mero preciso, traen aparejada la suer
te, aunque sea . un disparate?. Y a?ade el aludido religioso: ?San
Expedito, San Judas, San Antonio 'y Santa Rita de devoci?n tan
arraigada y leg?tima, por otra parte? son v?ctimas de extra?as ape
laciones y compromisos. Es que hay gentes amasadas con el barro
de superstici?n incurable. Y todo ,ello supone una regular incultura...?
Tan violenta y apasionada ha sido la campa?a promovida contra
Feij?o, que el Rey Fernando VI que ten?a en alta estima a Feij?o, con
sider? un deber intervenir para detener el enervado debate, y as?
dict? la famosa orden de. 23 de junio de 1750, cosa excepcional en
;, aquel tiempo y en posteriores, en que prohibi? continuasen tales dispu
tas. Se comunic?. al Consejo tal providencia y se dec?a: ?Quiere Su
Majestad que tenga presente el Consejo que cuando el Padre Maestro
;', Feij?o ha merecido a Su Majestad tan noble declaraci?n de lo que le
agradan sus escritos, no debe haber quien se atreva a impugnarlos y
mucho menos que por su concepto se permita imprimirlos?.
El P. Soto Marine no prest? su asentimiento, a tal resoluci?n, y
formul? viva protesta contra la orden del monarca prohibiendo cen
suras al P. Feij?o, y en tres memoriales reclam? aquella libertad que
la Inquisici?n hab?a dejado y dejaba siempre en materias opinables.
??Por qu? el maestro Feij?o ha de pretender un privilegio que no ha
gozado otro escritor hasta ahora? ? Es interesante esta protesta, por
que viene a confirmar lo que ya hemos anotado en la introducci?n de
este ensayo respecto a la libertad de expresi?n de nuestros escritores
y de nuestros autores dram?ticos en pasadas siglos, y es realmente cu
riosa esa actitud del P. Soto Mame ante un rey de r?gimen absolu.
tista, y pudiera interrogarse: ?Se hubiera permitido an?logo atrevi
miento len otros pa?ses, antes y despu?s de aquellos tiempos, y aun en
los dominados por los llamados avances de la democracia, ya tan mal
, trecha y desfigurada en nuestros d?as? ?No se titula pa?s democr?tico
la Rusia de Stalin?...
Consider? Feij?o aquella excepcional merced en cuanto era de esti
mar, y aun no faltar?an en su ?poca gentes adversarias que supusieran
que ella fuera una compensaci?n a los elogios que el insigne autor del
Teatro cr?tico hab?a dedicado a su monarca.
Con raz?n dice Feij?o en alguna de sus ?Dedicatorias? que es f?
cil caer en adulaci?n, y acaso no se libre Feij?o de esta acusaci?n, como
en la dirigida a Carlos III, ? Carlos el Sabio, Carlos el Justo, Carlos
el P?o, Carlos el Generoso, Carlos el Magn?nimo, que todo esto y mu
cho m?s significa el regio nombre de Carlos III?. Bien es verdad que
el propio autor se anticipa a excusarse de la imputaci?n expresando
que por lo escrito, teme que alguno le acuse de coincidir en el pecado
l com?n de las ?Dedicatorias?; esto es, el de solicitar el favor del Pa
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