218 BOLETIN DE LA REAL ACADEMIA GALLEGA
mo lugar primitivo que, a tenor de la real c?dula de Carlos III,
deb?a ser el campo de la Atalaya. Hoy este campo sufri? muchas
transformaciones. Se construyeron casas a todo lo largo de sus
costados norte y sur, se trazaron o abrieron caminos entre
dichas casas y el mismo campo, cuyo centro ocupan hoy las
escuelas del grupo escolar y un amplio rect?ngulo que quiso
ser alameda, y hoy se halla convertido en el lugar de atracci?n
de cuanto ni?o quiere dar patadas a un bal?n o hacer bailar
una peonza. No existe el murall?n que parapetaba el santuario
o capilla de la Atalaya, ni tampoco pueden verse las cruces de
piedra que se?alaban las estaciones del Viacrucis que, cada se
mana, recorr?an los hermanos de la Tercera Orden de San Fran l
cisco. Tampoco ya se pasea por ?l, arriba y abajo, y eelAdo de
estopa, el buen cordelero que, pegado a su rueda, fabricaba las
cuerdas y cabos con que los marineros amarraban sus barcos
y cazaban sus velas.
Los muertos, si volviesen a este mundo, no reconocer?an este
campo de la Atalaya en donde han ca?do y se han sepultado tan
tos recuerdos locales. A pesar de todo, algo qued?; quedaron las
procesiones que, en determinadas fiestas, salen de su capilla,
tan abigarradas como entonces, tan llenas de colorido y tan
populares como cuando ellos vivieron. Tambi?n qued? la feria,
porque, no obstante tanta edificaci?n y tanto cambio, se le re
serve) en la Atalaya un espacioso ?ngulo en el que se congregan
pocos traficantes que, con sus ganados, a?n vienen a corner
ciar
ganado, huy? del campo de la Atalaya para ir a dejarse ver en
la plaza de la villa, en donde los muchos y muy variados toldos,
barracas y tiendecillas exponen sus telas, ropas, flores, cacha
rros, etc. Est? intransitable la plaza del Puerto del Son en los
d?as de feria. Agrada ni?s verla con todo su colorido y abigarra
miento, que intentar andar por ella, expuesto a pisotones y
apreturas. Ya es bonita de por s? la plaza del Son, pero en los
d?as de feria es, adem?s, bulliciosa y alegre, como una moza
aldeana que baila y baila y no cesa de sacarle puntos y m?s
puntos a sus pies. Pero esto no lo vieron los que, antiguamente,
celebraron las primeras ferias del Puerto del Son. Vay?monos
a aquellos tiempos, y veamos c?mo se obtuvo la concesi?n de