162 BOLET?N DE LA REAL ACADEMIA GALLEGA
DON ARMANDO COTARELO VALLEDOR
El d?a 8 de diciembre de 1950 ha pasado a m?s alta vida',
en Madrid, ; donde resid?a, el Acad?mico electo de esta Cor
poraci?n cuyo nombre encabeza estas l?neas.
Para mayor dolor del que suscribe hab?a de ser a ?l,;pre
cisamente, a quien este Real Instituto encargar?a ele trazar la
semblanza de don Armando! Y digo para mayor dolor por
que ante el sentido con su desaparici?n se han agolpado los
recuerdos tan bruscamente que apenas es posible someterlos
a un orden ni menos exponerlos con la elevaci?n que la ve
nerada silueta espiritual del Maestro y delf amigo reclama.
He le?do semblanzas y cr?nicas trazadas por disc?pulos, por
compa?eros de labor acad?mica, por admiradores de su fe
cunda obra, con ocasi?n de su tr?nsito, en las ef?meras hojas
period?sticas; mas no he podido tomar la pluma para ha
cer por mi parte nada semejante. Tal vez sea esta impoten
cia el ?ltimo baluarte con que nuestra tribulaci?n trata de
defender all? en lo ?ntimo a la persona amada, del ataque de
la Muerte, como neg?ndose a reconocer su imperio. Ahora
no tengo' otro remedio que obedecer.
A los que conocemos la dulce vega que da nombre al pue
blo natal de los Cotarelos, la serena mansedumbre con que el
r?o Eo se entrega, bordeado de lirios, al ilimitado mar, y la
se?orial traza del solar de los Valledor en la doliente beati
tud que inunda a Castropol, el de los muros colgados de ro
sas, nos es f?cil explicar como dentro de la recia envoltura
corporal de don Armando Cotarelo se guarec?a un esp?ritu
sensible y exquisito en grado sumo, un alma apasionada de
todo lo bello, buscadora de emociones y. plena de compren
si?n para cuanto encerrase calor humano.
No era el grave y tieso profesor mayest?tico que v? pasar
indiferente, abroquelado en su ciencia, por los bancos de su
c?tedra, generaciones de alumnos sin dejar impronta alguna
en la cera juvenil. Era el doct?simo si que tambi?n magn?
nimo creador de disc?pulos a quienes infund?a sus preocupa
ciones y comunicaba sus inquietudes, y con quienes, despu?s
de sus exposiciones de ardoroso impulso cient?fico, depart?a
ampliando puntos de vista propios e indagando los ajenos.