I 2 2 Bolet?n de la Real "kcademia Gallega
le dan ? palma entre los dem?s aristot?licos de su era, y le colo
can entre los pensadores de que la Compa??a de Jes?s puede glo
riarse? (1).
*
Muchos ignoran que el P. Lu?s de Losada es dign?simo de ser
considerado bajo otro aspecto muy interesante: como reformador de
la oratoria sagrada.
Este divino arte que durante el siglo xvr lleg? en Espa?a al m?s
alto grado de esplendor y majestad en manos de Santo Tom?s de Vi
llanueva y Fray Luis de Granada, del venerable Padre Avila y Mal?n
de Chaide, de San Francisco de Borja y Juan M?rquez, de Fray Diego
de Estella y Jer?nimo Lanuza, vino '? ser, . desde mediados del
siglo xvir, un baturrillo de palabras hueras, y de textos sagrados mal
citados y peor tra?dos.
Pues bien: ?entre los varones esclarecidos del siglo xvirr que m?s
alto protestaron y m?s rudamente combatieron la grotesca y ponzo
?osa escuela (de los malos predicadores)?dice el P. Coloma?cont?base
el P. Lu?s de Losada, famoso te?logo y fil?sofo, elegante escritor y
maestro muy querido del P. Isla. Desde su c?tedra de Salamanca tro
naba sin cesar Losada contra los predicadores que de all? ? poco hab?an
de llamarse Gerundianos, y esforz?base por ponerlos en rid?culo ante
sus disc?pulos, persuadido de que el rid?culo era . la ?nica arma capaz
de de dar al traste con ellos. Esta idea, sembrada ? diestro y siniestro,
por Losada, fu? la que arraig? primero en el P. Isla y floreci? y fructi
fic? en Fray Gerundio m?s tarde? (2).
No s?lo se debe al P. Losada la inspiraci?n del Fray Gerundio,
sin? tambi?n parte muy activa en su confecci?n; puesto que desde
Salamanca, donde resid?a, envi? al P. Isla grandes remesas de mate
riales, seg?n observa el discreto investigador D. Vicente de la Fuente
en su Historia de las Universidades de Espa?a.
Perd?name, lector, que me haya dilatado tanto en elogio del
P. Losada, no tanto ciertamente como ?l merece; pero invadiendo un
tema, que no es propiamente el que me hab?a propuesto, s?rvanme de
(t) Historia ?e las Ideas Est?ticas en Espa?a, Tomo Ili, vol. I, p?gs. 156 y 157
. (2) Discurso del P. Colonia al ingresar en la Academia de la Lengua Espa?ola,
p?g. 27.