LETRAS DE DUELO 103
novedad de las met?foras y la incorporaci?n del deporte a la
poes?a l?rica. 'Cierra el volumen una impresionante relaci?n de
opiniones y juicios formulados por las m?s altas mentalidades.
La colecci?n dio a Julio ,Sig?enza una merecida nombrad?a en
todos los medios literarios.
A su regreso a Espa?a contin?a sus tareas period?sticas y
en tal condici?n dirigi? las revistas '"Numen" y "Cartel" y co
labor? en varios diarios regionales, conservando la correspon
sal?a de publicaciones hispanoamericanas, hasta ingresar en
"Faro de Vigo", donde escribe hasta su muerte.
En 1924 publica en La Habana un ramillete de poemas en
prosa, titulado Del amor y de la muerte, delicadas miniaturas
en las que la prosa se adelgaza y sutiliza y ofrece tornasoles
l?ricos y dram?ticos.
Aun anteriormente a esta ?poca ha compuesto versos y es
tudios que no ver?n la luz hasta a?os despu?s o quedar?n in?
ditos, pero ya son anunciados en sus libros. Tal ocurre con La
ruta aventurera, poes?as, y Mujeres de la literatura gallega, en
sayos cr?ticos. Cuando en 1937 publica en Vigo sus Canciones
extraviadas advierte que los poemas que integran el libro per
tenecen a los a?os 1922 y 1923, durante su residencia en Am?
rica, pero 'que su est?tica ha cambiado 'fundamentalmente y
est? recogida con fidelidad en su libro de 1931 Cuaderno del
ojo sin sue?o, editado en Montevideo, y en Poemas del Imperio,
de 1936.
En las Canciones extraviadas hay un hondo romanticismo
y por alguno de sus poemas pasa la sombra de Emilio Carrere.
M?s de la mitad son sonetos; el resto son composiciones en
que utiliza la asonancia, tambi?n en la forma cl?sica. Todo lo
contrario ocurre en Cuaderno del ojo sin sue?o. Aqu? est?n abo
lidos los principales temas sugeridores de su inspiraci?n; no
hay apenas nostalgias, romanticismos, melancol?as; el verbo se
hace m?s elevado, su l?rica se universaliza y la expresi?n del
sentimiento se cambia por la del pensamiento. En este libro
Sig?enza se ha acomodado a los nuevos rumbos po?ticos y en
todos los poemas es perceptible su af?n de libertarse de atadu
ras cl?sicas, y no s?lo por el verso sin rima sino por el deshu
manizado tema de casi todas las composiciones. S?lo hay una
concesi?n en su Despedida a Manuel Antonio, magn?fica eleg?a