Dolelin de la Real Academia 6allega 291
butado por Galicia toda, representada por sus cuatro Diputaciones
provinciales, a su ilustre hijo adoptivo, el maestro de maestros don
Marcelo Macias*.
Y entrando en la materia de su discurso, dice el Sr. Acu?a:
&Hace ya muy cerca de nueve afios, en enero de 1917, la bella y
culta ciudad auriense tribut? al Sr. Macias el homenaje de gratitud,
de estimaci?n y de amor a que seis lustros de abnegada y fecundisima
labor cultural y pedag?gica, de incansable magisterio en la c?tedra, en
la tribuna y en el p?lpito, le hab?an hecho acreedor preferentisimo.
Al reconocer Orense aquella deuda de gratitud imperecedera, no
hizo m?s que iniciar el proceso de exaltaci?n y consagraci?n de uno
de los m?s altos valores culturales de que puede enorgullecerse Galicia,
proceso que hoy tiene su t?rmino natural y coronaci?n simb?lica en
esta ciudad de la Coru?a, capital de Galicia y sede hist?rica de la Junta
Superior del Reino.
Porque en realidad, se?ores, el acto de hoy tiene una significacibn
hist6rica de tan positiva y transcendental eficacia que, a mi humilde
parecer, encierra la m?s espl?ndida y rotunda lecci?n de cocas que
apetecer pudiera el acto m?s solemne de afirmaci?n regionalista.
D. Marcelo Macias, hijo de Ast?rica, capital del Convento jur?dico ?
asturicense, el primero de los tres en que se dividi? la nueva Espafia
citerior Autoniniana del C?sar Caracalla, es un caso maravilloso de
supervivencia racial, de argumento cad hominem?,' contra los que nie
gan la consubstancialidad regionalista dentro del concepto sustantivo
de patria. Y al mismo tiempo, la perfecta coincidencia de las represen
taciones oficiales de las cuatro provincias gallegas, aqu? presentes, al
proclamar curbi et orbi? hijo adoptivo de Galicia al insigne pol?grafo
D. Marcelo Macias, nacido fuera de los l?mites geogr?ficos de la actual
Galicia, patentiza de modo irrefragable la solidaridad espiritual de
todos los elementos que contribuyeron a formar la personalidad hist?
rica de Galicia; encarnada en su Junta Superior del Reino, hoy dilu?da
y esfumada en las formas difusas y transitorias de sus Diputaciones
provinciales.
Y es, se?ores, que las adaptaciones sucesivas de la vida de los
pueblos a las circunstancias politicas, representan en la historia de la
humanidad una cosa semejante a lo que in indumentaria significa en
la vida del hombre. Cambian los trajes y ejercen las modas su ef?mero
itnperio sobre los hombres, de la misma manera superficial con que
los regimenes politicos y las divisiones administrativas exornan y ata
v?an a los pueblos. S?lo el alma permanece una y la misma de modo
?
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