iolet(n de la Real Academia Gallega 185
como debia, las lineas y el desarrollo que tales monumentos mortuorios
tenian entonces en Espa?a y en el mundo entero (r).
Y no se requeria entonces m?s desarrollado altar. No habia misales
que poner en ?l para leer en la misa, ni evangeliarios, ni sacramentarios,
ni libros semejantes. Si se le?a algo en la misa, como hemos indicado ya,
cuidaban de ello los di?conos y dem?s ministros que para eso tenia orde
nado la iglesia y se !elan no del altar sino del amb?n que para ello estaba
destinado. ?En los m?s antiguos altares, ?escribe Enlart en la obra cita
da?, nada se ponia sobre el altar sine) la palla, es decir, el mantel y el
c?liz: las luces estaban en el suelo, a cada lado. Hasta los tiempos carolin
gios no se empez? a colocar la cruz sobre el altar? (2). ?Y qu? extra?o es
eso, si hasta el siglo iii no se hizo, ni se pint? una cruz? ?Y esa se pint?
para injuriar y ridiculizar a Cristo! (3). Y si no habia crucifijo, ni misal,
ni candeleros, pues se ponian en el suelo o los tenian en la mano los asis
tentes, peque?o altar se requeria entonces para celebrar la misa. El que
se guarda en la cripta que tan peque?o le pareci? a Gelmirez y muchos
a?os antes a los fieles que lo sustituyeron con otro algo mayor, y que los
escritores de la Compostelana pensaron que no sedan creidos si decian su
peque?ez, y que lo mejor era que con sus ojos lo viesen sus lectores, bien
bastaba para que sobre ?l se pusiera un mantel y sobre el mantel la hostia
y el caliz, o quiz? el caliz solamente, como dice Enlart. Si se distinguen
por su peque?ez los altares antiguos, ese lleva patente y manifiesto el sello
de su antiguedad. De la Compostelana consta que ese es el m?s antiguo
altar de Santiago. Y de su peque?ez, eso mismo consta tambi?n.
De aqu? a deducir, a mi entender con justicia, que fu? ese primitivo
altar levantado al lado del cad?ver del Ap?stol, o mejor sobre su sepultu
ra, por los discipulos que aqui to trajeron. Nos dice la Compostelana, que
creciendo despu?s la multitud de los fieles, les pareci? demasiado peque?o
para celebrar los divinos misterios y por eso buscaron otro mayor, lo cual
demuestra que cuando aqu?t se consagr?, era peque?o el n?mero de cris
tianos que en su alrededor se cobijaban y peque?a la multitud, la iglesia
que veneraba a Cristo Nuestro Senor.
Empezaba pues a extenderse la fe. Es que acababan de llegar aqui sus
(i) Pueden verse en la Historia de la Iglesia de Santiago, de D. Antonio L?pez Ferrei
ro, varios modelos . de esos monumentos funerarios. Y si consideramos que el edificio que
guard? su cad?ver era la iglesia que aqnellos fieles tenian, veremos que no desdice para tan
peque?a iglesia tan mezquino altar.
(a) Capitulo VII, p?rrafo cuarto, p?gina 739, de la edici?n de Paris, 19o2.
(3) V?ase el Cat?logo de la Exposici?n del Centenario de Constantino, Madrid, 1913; o
Rohault de Fleury, Memoire sur les Instruments de la Passion de N. S. 7. C., Paris, MDCCCLXX,
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