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Por eso su pariente senor Eleizegui, con relaci?n a este aspecto
del car?cter del senor L?pez Ferreiro, expres?se as? : ?Recibi? in
gratitudes; vi? como se alejaban de 61 los que a ?l m?s ligados clef
bieran estar; alguna vez la envidia quiso mancharlo con sus sa
livazos; y 61, comprendi?ndolo y alcanz?ndolo, siempre hall? una
disculpa, siempre encontr? una raz?n que justificase la deslealtad
o la ofensa; y despu?s, cuando el ingrato volv?a, ya por exigencias
de su conveniencia y ya sobre todo por nuevasr conveniiencias per
sonales, en casa de L?pez Ferreiro nada hab?a cambiado; all? es
taba sentado en su butaca, rodeado de libros, y recibiendo al quo
volv?a con la misma sonrisa y la misma bondad que antes de la
deserci?n y abandono del amigo. ?
Y de tal modo ten?a que prooeder quien como el venerable ca
amigo asombraba a todos per la pureza de sus sentimientos reli
giosos, aun a los que acostumbrados a observar su piedad diaria
mente y cerca de ?l ?uno de los m?s fervorosos observadores su
referid? pariente senor Eleizegui (1)? no pudieron por menos de
(1) De todos los bi?grafos del docto historiador, tenemos a este
por uno de los mejor informados si se aprecian en todo su valor, como
debemos hacerlo, sus propias manifestaciones cuando dice: ?Yo viv? con
el ideniificado mis mejores a?os; yo recib? de 66inspiraciones y conse
jos; era su voz la amiga que me guiaba, era su ,ejemplo, ejemplo admi
rable, que me atra?a. A su modesto despacho de la Rai?a (su domicilio
de Santiago) llegaba yo alborozado, cuando podia aportarle nuevas de
antem,ano por m? sabidas, que le eran gratas; y all? llegaba tambi?n cuan
do comprend?a que alg?n pesar anublaba la natural placidez de su ea
r?cter. Y et sonrefa complaciente, con aquella sonrisa atractiva que di
sipaba todo temor, y encontraba bien' las cuartillas, agradables las nue
vas, y un hombre tan sabio y tan grande se deleitaba unas horas com
partiendo con un muchacho de dieciocho a?os. Y es que asi se mostraba
la amplitud de su enteric), la hermosura de sus ideas, la transigencia con
las personas que siempre lo ha caracterizado. Nunca impuso a la gente
joven que le rodeaba ni la austeridad de sus costumbres, ni los rigo
res de la ejemplaridad, y 10 mismo se hablaba con el del suoeso politico
reciente que de la representaci?n teatral de la v?spera. Era este su talento
y por eso a todos nos encadenaba con los lazos de su bondad. A
?Por elo ?contin?a en su referido art?culo necrol?gico el que fu?
redactor medico de Heraldo de Madrid?, perdonadme que trace estas
limas. No pude besar por ?ltima vez su mano, aquella mano que no supo
en el Mundo m?s que bendecir y socorrer, no pude contemplar aquel sem
blante, reflejo de su alma de angel; no pude Ilorar con sus deudos la
muerte que Mega... ; dejadme, pues, ilevar al papel pedazos de mi alma