Dolettn>de la 5cademia Gatlega 3 2
Maldades, envidias e injurias, todo se olvidaba. Sin embargo, ellas
dejaron sus huellas. Los dos descubridores recibieron en eleora
z?n la sacudida de los azarosos d?as de prueba. Del coraz?n sufrie
ron y el coraz?n los mat?: por lo mismo que era en ellos grand'e
y magn?nimo. ?
Y los dos, que tan unidos vivieron durante sus tareas .capitu
lares, juntos tambi?n duermen el ?ltimo sue?o en el Claustro de
la Basilica Compostelana, pues sus tumbas aparecen al lado una
de la otra, si bien reclamando un lugar m?s apropiado a sus altos
merecimientos de haber sido los verdaderos descubridores de las
santas cenizas del Ap?stol Santiago, evangelizador y Patrona de
Espana (1).
Toda esta paciente labor investigadora de las glorias de la
Sta. A. M. Iglesia Catedral, a cuyo Cabildo, por el triunfo de su
talent() y de sus prendas morales, pertenec?a, verific?la el bon
dadaso D. Antonio en aras de su inquebrantable amor y venera
ci?n al egregio P.atrono y Tutelar de dicho templo, en el que ma
?ana y tarde se arrodillaba ante las gradas de su trono de la Ca
pilla Real, ,suspirando uno y otro d?a por ilegar a sentir la satis
facci?n del encuentro del santo sepuicro, cuyos afanes anima
ban, noche tras noche, a los obreros Nartallo y Larramendi
para continuar siempre a su vista las excavaciones exploradas,
sin que de sus labios4 saliese una queja para los que, envidiosos
acaso die su magna obra, pretend?an molestarle, al poner en tela
de juicio lo que deb?a ser luego una asombrosa realidad.
(1) Cuando la muerte del senor L?pez Ferreiro, la Prensa al de
dicarle encomi?sticas frases, habl? de la conveniencia de erigirle un mau
soleo ya dentro de la Bas?lica y en cualquiera de las capillas restauradas
por su iniciativa y estudio hist?rico, ya en la dominicana iglesia que en
Compostela parece ser el tan ansiado Pante?n de gallegos ilustres. Pero
nada ?pr?ctico? se hizo en este caso, y mucho se delta de ello a presen
cia nuestra y ante la tumba del sabio pol?grafo un galiciano de verdade
ro coraz?n, Jos? Fontenla, el iniciador en la Habana de la Academia
Gal,lega, tan admirador de D. Antonio que guardaba todos' sus libros como
verdaderas joyas, prometiendo indicar a sus hermanos del importante
Centro Gallego de la capital cubana la idea de que, transcurrido el plazo
reglamentario de la inhumaci?n de los restos del gran historiador, se le
erigiese el sarc?fago adecuado que reclaman sus indiscutibles m?ritos de
excelso compatriota. Acertadtsima creemos tal idea que el propio Cabildo
Metropolitano de Santiago debiera patrocinar con todo el cari?o que
precisa.