$oletin de la ilcademia Gallega 327
la Historia, escribi? la obra ?Monumentos antiguos de la Iglesia
Compostelana?, colecci?n de art?culos, public?ndola el follet?n del
diario madrile?o El Siglo Futuro, sirvi?ndoles de fuente hist?rica
el ?Tumbo Yriensse?, hasta entonoes desconocido. Esto ocurr?a
en el a?o de 1883, despu?s de una detenida visita del sabio Aca
d?mico P. Fria a la catedral del Ap?stol Santiago y a su ciudad, que
estrech? las ya cordiales relaciones entre los dos ilustres arque?lo
gos e historiadores.
Preocupad?simo se hallaba por aquella ?poca el senor L?pez
Ferreiro, como tambi?n el inolvidable cardenalarzobispo D. Mi
guel Pay? y Rico, a causa de los trabajos llevados a cabo en el
subsuelo de la Real Capilla de la Basilica para buscar las santa{s
cenizas del Ap?stol Santiago, escondidas desde hac?a varios siglos
debido al temor de una profanaci?n de ellas por parte de los inva
sores brit?nicos de 1589, que en La Coru?a dieron margen a 1a
heroicidad die Maria Mayor Fernandez Pita, pregonada constante
mente por los poetas de la gallega tierra y por 'l,os mejores orado
res sagrados de Espa?a que todos los altos vienen ocupando la c?
tedra evang?lica del templo de San Jorge para cumplir solemne
mente el llamado ?Voto de la ciudad herculina? .
Los trabajos descubridores del Sepulcro del Ap?stol nacieron
de la feliz iniciativa del entusiasta cardenal Pay?, ?conipostelano
adoptivo?, dirigi?ndolos el se?or L?pez Ferreiro con el aliento fer
voroso de algunos compa?eros de Cabildo, entre ellos su gran ami
go D. Jos? Maria Lab?n Cabello, doctoral y luego rector del Semi
nario, trabajos que al insigne purpurado y a los dos can?nigos
referidos caus?ronles un verdadero calvario, por las amarguras
que siempre suele prestar la maledicencia humana, de continuo
apoyada en las tenebrosidades de la ignorancia.
Nadie mejor que los propios familiares del docto arque?logo
pueden referirnos este detalle muy salience de su vida, pues ellos,
rode?ndole siempre con la devoci?n de un venerando cari?o, bien
penetrados se hallan de la misma.
' V?ase, pues, como la pluma atildada de uno de sus sobrinos,
el senor Eleizegui, escribi? acerca del particular, paws d?as de4s
pu?s de la muerte de su adorado t?o, porque, viviendo ?ste, no se
lo consentir?a, debido a la suma modestia suya: (1)
(1) Art?culo en el n?mero 2.757 de Et Correo de Galicia, 30 die
Marzo de 1910.