154 }oletin de la 'Real Academia Gallega
Si yo, por la sangre, no estuviera tan ?ntimamente ligado a Galicia; si hu
biera sido ruso o japon?s, admirar?a lo mismo al gran gallego desaparecido.
He conocido hombres de todos los climas que amaban a su tierra y de ella
me hablaban en ocasiones con fervoroso entusiasmo. He leido relatos de hombres
y mujeres que llegaron a grandes sacrificios por su pa?s. Amor patri?tico como
el de Fontenla no recuerdo ninguno. Como se ha dicho y publicado, a ?l se debe
la fundaci?n de la Academia Gallega, y la mejor biblioteca de asuntos gallegos
que se conoce y por ello se le honra. Bien est?. Conformes.
Sin embargo, yo creo que el m?rito mayor de mi amigo desaparecido, fu?
amar a Galicia de un modo intenso, ?nico.
Al lleg? a Cuba a los cuatro a?os de edad; a los cuarenta y seis a?os, (cua
renta y dos despu?s de su llegada sin haber vuelto nunca a Galicia, no conoci?n
dola m?s que por los libros), par?base donde quiera que se hallaba, y su conver
saci?n versaba de cualquier modo sobre asunto gallego. Si se hablab? de arte,
pol?tica, sociolog?a, ?l buscaba la vuelta a la cuesti?n y encauzaba el tema por
terreno que afectase a Galicia. Su casa, su peque?o hogar, era un verdadero museo,
donde al cabo de muchos a?os de admirable labor, reuni? la m?s completa biblio
teca de libros sobre asuntos gallegos y de aut?grafos de gallegos insignes.
Gracias a la gesti?n de varios amigos suyos, entre los que se encontraban el
Director de este peri?dico, Sr. Novo, se logr? que Fontenla fuese a Espa?a
acompa?ando restos para mi muy queridos.
Desde que sub? al vapor ?Reina Mar?a Cristina? hasta que volvf, mes y
medio despu?s, a desembarcar en la Habana, de regreso de mi triste misi?n,
Fontenla tuvo constantemente un nombre en sus labios: Galicia. Y esta amada
palabra fu? su tema constante en el viaje. ?C?mo ser?? Pregunt?bame mil deta
lles pueriles acerca de su pa?s. Y puedo asegurar que sin haber estado en ?l lo
conoc?a mejor que yo. Sin embargo, ?l escuchaba las descripciones que yo le
hac?a de las mejoras de Vigo, las r?as bajas... Y escuchaba silencioso, la mirada
perdida en la lejan?a...
Al llegar cerca del cabo Finisterre, que yo ve?a por und?cima vez, mostr? a
Fontenla la peque?a nube blanca que se?ala la presencia de tierra.
No lo cre?a. Sin embargo, en espera, arrim?se a la baranda, aferr? sus
manos temblorosas en la borda, y su vista se fij? inm?table en la lejan?a.
Me sent? en un sill?n y le contempl?. Buen caso psicol?gico. Un descubri
miento. Un patriota a la vista. Cosa rara en estos tiempos. Y en ciertas lati
tudes.
Buscaban ansiosos los ojos. Oprim?an cada vez m?s las barandas las manos.
La tierra iba dibuj?ndose m?s clara; velase el faro, casitas blancas, montes. Me
mir? Fontenla; estaba intensamente p?lido. Lleg?bamos a la entrada de la
Coru?a. Segu?a en su puesto Fontenla. Le mir? nuevamente, y lloraba de dolor
y alegr?a.
Dolor, porque bien sab?a que no encontrar?a familia ni conocidos; de alegr?a,
por volver a verla. La ansiada. La Patria.
Yo, que lloraba de dolor, me contagi? ante aquella mezcla de alegr?a y
tristeza, y le abrac?.
Dentro del sal?n, los de siempre, los que van a la patria como yo voy a mi
tertulia, re?an indiferentes ante la vista de la tierra, y del dolor y alegr?a d?
aquel que la ve?a por primera vez...