Doletin de la Real Academia Gallega 195
la manifiesta tendencia de la Edad Antigua a constituir grandes im
perios, algo as? como monarqu?as universales.
Las anteriores invasiones ten?an por objeto preferente la co
lonizaci?n; los germanos, en cambi?, vinieron para la guerra y la
conquista. Eran fuertes, y por la fuerza se apoderaron de la tierra
invadida, se la repartieron y hasta llegaron a disput?rsela. Eran
profundamente individualistas, y cada se?or se erige en peque?o
reyezuelo, que manda y dispone a su antojo, apenas sin trabas ni
cortapisas, y con el cual muchas veces tienen que contemporizar
los verdaderos monarcas.
As? pues, dos poderes llegan a existir simult?neamente : el
poder real y el poder se?orial; es decir, de una parte el rey, jab
del Estado, y, como tal, con poder sobre todos los individuos del
reino, y, de otra parte, los nobles y se?ores, y tambi?n los obispos
y abades, a quienes el rey, de modo expreso o t?cito, reconoc?a como
due?os de las tierras, con derecho a que las rigiesen de por s?, li
bremente, con muy peque?as limitaciones.
Los nobles constitu?an la clase superior de la sociedad, y se
denominaban principes, condes, etc. Hab?a tambi?n una especie de
nobleza inferior o subalterna, o, por lo menos, una clase privilegia
da, la de los m?lites o caballeros, que eran los hombres libres que
por cuenta propia pod?an costear caballos y armas con que ir a la
guerra, a cambio de lo cual se les comedian diversos privilegios.
Los obispos y abades poseedores de territorios eran verdade
ros se?ores, igual que los nobles, y como ellos concurr?an a la gue
rra con sus gentes, mandando frecuentemente ellos mismos las
trop as.
Exist?a la servidumbre, dividi?ndose los siervos en personales,
como prisioneros de guerra, descendientes de esclavos o comprados,
y adscritos a la gleba, o sujetos a la tierra, de la cual no pod?ain
separarse, siendo vendidos o donados con ella, igual que Si fueran
un producto de la . misma. Estos hall?banse obligados a donar al
se?or, fuese noble, iglesia o monasterio, una parte de los frutos re
cogidos, pagando tambi?n diversos tributos, generalmente en espe
cie, y teniendo, adem?s, que prestar su trabajo al se?or cuando
?ste lo demandase.
Era frecuente que Ios hombres libres, no ya de modo aislado,
sino tambi?n trat?ndose de pueblos y de comunidades religiosas, se
encomendasen a alg?n noble o se?or que los protegiese, a cambio
de varios tributos y prestaciones personales. Cuando se trataba de