José Fontenla Leal
BOLETÍN DA REAL ACADEMIA GALEGA
Según he oido decir á ciertos buenos amigos con quienes comuniqué mi pensamiento, parece que ya lo hubo antes de ahora; y yo me pregunto ¿por qué se abandonó tan buen idea? ¿Por qué no se llevó a cabo? No creo que fuese por falta de entusiasmos en la región, ni mucho menos por carencia de personal: quizá sería por no hallar quien ó quienes asumieran sobre sí el peso de los trabajos preliminares que toda obra de esta índole exige; quizá por no persistir en la empresa. Pero ahora los tiempos han cambiado. Yo sé muy bien que varias ilustres personalidades de esta ciudad se hallan dispuestas á trabajar todo lo posible para el logro de tan excelente propósito. Ánimo, pues, y adelante. De esperar es que todo el mundo les anime en su empresa, que todos les ayuden, y de un modo principal la culta prensa de la región, cuyo auxilio, aunque sin títulos me atrevo á suplicar encarecidamente. Claro es, que la Academia debe establecerse en Santiago de Compostela, capital científica de Galicia asiento de la Universidad gallega. Por ahora podrían aprovecharse, para las primeras reuniones, las salas del Ateneo León XIII, centro de cultura cuyos fines no se alejan mucho de los del que se pretende. Como yo creo que para una obra de tanta importancia y trascendencia como esta, las cuatro Diputaciones provinciales gallegas no escatimarían sus subvenciones, entreveo cercano el día en que la Academia pueda tener domicilio propio. Muchas grandes obras de cultura han tenido humildísimos principios. Prescindiendo de las famosas Academias valencianas, sevillanas y madrileñas de los siglos XVI y XVII, las actualmente suntuosas de la Lengua y de la Historia, comenzaron así, en el primer tercio del siglo XVIII: por reuniones de amigos en casas particulares. Pero la de que ahora se trata podría empezar de muy diverso modo. No dudo ni un instante de que el gobierno la amparase desde su nacimiento, ni siquiera de que S.M. el Rey, que tan especial interés consagra á todo lo que propende á la difusión de la ciencia y al auge de la enseñanza, se dignase acogerla bajo su augusta protección. Como quiera que el estudio del romance gallego, y de sus concomitancias, es de todos los hablados en la Península, el de mayor interés para el recto conocimiento del castellano, también será de esperar que la nonnata Academia gallega fuese corresponsal ó correspondiente de la Real Española de la Lengua. De este modo, rodeada de tales títulos, á todos los cuales muy justamente puede y debe aspirar, revistiría [sic] carácteres [sic] que la harían permanente, ó por lo menos muy duradera. Y ¿cuáles disciplinas serían las propias de tal instituto? Entiendo que las más posibles. Por de pronto la gran empresa: la formación de la gramática y del dicionario [sic] gallegos, obra magna de la colectividad, y aun de la Gramática histórica del romance que no sería, ciertamente, lo menos útil. ¿Nombres de académicos fundadores? Si no sobran tampoco faltan. Ahí van los que se me ocurren al correr de la pluma, de entre los escritores compostelanos que cultivan el romance galaico ó que tienen acreditada su competencia en los asuntos regionales, y protesto que las omisiones sólo significan olvido pero no exclusión: López Ferreiro, Barcia Caballero, Oviedo Arce, Cabeza León [sic], Amor
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Nº 362