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108 $olelin de la Real Academia Gallega
sombra contra los rigores del est?o, o al verde prado en que tejimos
guirnaldas de flores en las .ma?anas de primavera, al ancho campo,
inundado de luz, en que nos entregamos a los mayores transportes de
alegr?a en d?as de fiesta y de regocijo, o al santo recinto, sembrado de
cruces, en que descansan las cenizas de nuestros mayores. No, no es
s?lo la patria el suelo bendito, fecundado con los sudores, regado con
las l?grimas, ennoblecido con las virtudes y santificado con las tumbas
de nuestros conciudadanos, ni los r?os que le atraviesan, las auras que
le acarician y los monumentos que le embellecen: ideas, creencias, sen l
timientos, costumbres, tradiciones y leyendas, dogmas religiosos, insti
tuciones sociales, creaciones art?sticas, las haza?as de los h?roes, la
gloria de los sabios, los milagros de los santos, la lengua que hablamos,
los c?digos que nos rigen, los v?nculos que nos estrechan, todo, todo
esto y mucho m?s, entra en el concepto de patria, entidad moral que
se prolonga a trav?s de los siglos; que pasa, como el individuo, por las
distintas edades de la vida, y que, como ?l, no s?lo vive del presente,
sino que se alimenta .y nutre tambi?n de recuerdos, de aspiraciones y
de esperanzas.
?Y con qu? encendido amor, con qu? viril entusiasmo no han lati
do los corazones espa?oles, desde los m?s remotos or?genes de nuestra
nacionalidad, siempre que se han visto amenazadas la libertad e inde
pendencia de la patria! Indortes e Istolacio luchan como bravos contra
los p?rfidos cartagineses; Indivil y Mandonio, y m?s tarde Viriato, hacen
frente a las aguerridas legiones de la soberbia Roma; la ola de la inva
si?n ?rabe se estrella en el monte Auseba a los pies del heroico Pelayo,
que emprende la lucha de la reconquista, epopeya tan grandiosa, que
aun no ha aparecido ning?n Homero que la cante; y despu?s de veinte
siglos, se repite en Zaragoza y Gerona el cruento sacrificio de Sagunto
y Numancia.
Y notadlo bien, se?ores; al propio tiempo que relucen y chocan
las espadas, vibran y resuenan las cuerdas de la lira, y los gritos de los
combatientes se confunden en los aires con los cantos de los poetas.
Los indomables c?ntabros crucificados por los romanos, entonaban
himnos en medio del suplicio; en lo m?s recio de la reconquista, los
juglares iban de pueblo en pueblo y de castillo en castillo ensalzando
en sus Cantares de Gesta los altos y.preclaros hechos de los h?roes na
cionales, y entonces aparece el Poema de Mio Cid, monumento precio
s?simo de la poes?a heroicopopular castellana, ?de m?s valor, en opini?n
de Federico Schlegel, que bibliotecas enteras de simples producciones,
del ingenio y de la fantas?a, sin contenido de inter?s nacional.? Garci