Bolet?n de la Real Academia Gallega 2o9
Mart?nez y Berguer; los Sres. Luis Freira y Fari?a, por el "Circo de Arte
sanos"; el Sr. P?rez Barreiro, por el Instituto; Ios Sres. Mart?nez Salazar,
Carr?, Martelo y Estrada Catoira, por la Academia Gallega; el Delegado Re
gio de Bellas Artes, Sr. Castillo; el C?nsul de Cuba y el corresponsal en
Galicia del "Diario". Am?n de varios miembros de la colonia gallega de esa
isla.
El Conde del Rivero y su distinguida esposa, experimentaron una gran
sorpresa. Cre?an hallarse de completo inc?gnito en la Coru?a. Pensaban pa
sar totalmente inadvertidos en esta primer escala que el. "Espagne" hac?a
en aguas espa?olas. Cuando nos acercamos a ?l, bien ajeno estaba de nuestra
visita. Y comenzaron las presentaciones y las mutuas palabras de afecto y'
cortes?a. El Sr. Mart?nez Moras, en nombre del Alcalde, le anunci? que era
hu?sped de la Coru?a, la que se dispon?a, aguard?ndole, para tributarle una
seide de agasajos cordiales.
El Conde, despu?s de hacer entrega de un mensaje que la Asociaci?n
Protectora de la Academia Gallega en la Habana, por su mediaci?n enviaba
a esta entidad, dijo que, lament?ndolo mucho, se ve?a imposibilitado de sus
pender la continuaci?n del viaje a Santander, toda vez que todo su equipaje
iba consignado a la capital monta?esa; que agradec?a en el alma tan extrae
ordinarias muestras de afecto y que a ellas procurar?a corresponder con su
eterna gratitud. A?adiendo luego que se extra?aba mucho de que comunica
sen do la Habana que tuviera prop?sito de desembarcar en la Coru?a, pues
nunca hab?a pensado en tal cosa.
Fueron varios los requerimientos de cuantos le rodeaban para que acce
diese a quedarse varios d?as. Emocionado, noble y afectuoso prometi? que
all? para Noviembre, en v?speras de su retorno a Cuba, visitar?a nuestra ciu
dad, no con el prop?sito de que se le hiciesen agasajos que declinaba lleno
de agradecimiento, sino para pasar unas breves jornadas con los que tan hi
dalgamente le recib?an y a los que ya consideraba verdaderos amigos, y para
ir a depositar unas flores sobre la tumba de Curros.
1 Seguidamente invit?sele a bajar a tierra, siquiera por unos momentos.
Y as? lo hizo, en compa??a de su esposa y familiares.
I En el "Iandeau" del Ayuntamiento, que le aguardaba en el muelle, to
maron asiento las se?oras para hacer un recorrido r?pido por la poblaci?n.
El Conde y el Sr. Gonz?lez de la Pe?a, rodeados de los comisionados que
fueron a bordo, pasearon brevemente por las principales calles, entre las
muestras de afecto constante del vecindario, dirigi?ndose luego al "Palace
Hotel", donde se les obsequi? con una cena ?ntima improvisada. El Conde y.
su bella esposa supieron granjearse las simpat?as de cuantos les trataron.'
En el poco tiempo de charlas mutuas, alrededor de la elegante mesa, se es
tableci? una gran familiaridad entre todos. No creais que esto es lisonja o
lugar com?n de r?brica. Es la pura certeza.
Antes de abandonar el hotel para dirigirse al muelle?eran las diez de
la noche?la Condesa fu? obsequiada con un magn?fico bouquet de rosas
blancas, rosas gallegas, rosas coru?esas, tan bellas, tan finas, tan exquisi
tas, que de primera Intenci?n todos se resist?an a creer que fuesen naturales.
?;Pero nunca vi rosas tan hermosas! ?dijo la inteligente esposa del
Conde, Y formando uS cero de admiraci?n el propio Conde, el notable artista