366 BOLET?N DE LA REAL 'ACADEMIA GALLEGA
sus libros de cuentas demuestra una gran solicitud por los ca
balleros portugueses y espa?oles que, sumisos, se hab?an
unido a ?l. Reales salvoconductos eran expedidos a favor de
sus ?vasallos de Espa?a?, y regalos, llevando las armas de
Castilla y de Le?n, fueron enviados como obsequio a los deu
dos del duque as? como ?sellos de estilo espa?ol? .y otros
emblemas de realeza; y cuando las condiciones se presenta
ban favorables, mensajeros y correspondencia se cruzaban
entre la Pen?nsula y el palacio de Savoy. Los celos y disgus
tos que estas ambiciosas pretensiones pudieran levantar en.
Inglaterra as? como la intromisi?n del duque en las cuestiones
internas pol?ticas de la misma, no eran ?bice para que lo
veamos manteniendo: siempre su derecho a intervenir en to
.dos los asuntos conectados con lo que a las relaciones anglo
peninsulares se refiriesen. Tal era el medio en el cual An
deiro iba a pasar los pr?ximos siete a?os de su destierro.
Detalles exactos y concretos acerca de las relaciones exis
tentes entre Inglaterra y Portugal, despu?s de la firma del
tratado de Santarem, son algo oscuros. Por este tratado, Fer
nando se compromet?a a cortar toda clase de negociaciones
con Inglaterra, entrando por otro lado a formar parte de la
alianza francocastellana, condici?n que nunca estuvo en su
?nimo cumplir, como as? lo insin?a Fern?n Lopes: en su
Cr?nica. Apenas hab?an pasado tres meses despu?s de la
firma de este tratado, cuando Andeiro y Domingues, en virtud
de poderes conferidos por Fernando el a?o anterior, conclu
yen una alianza perpetua con Inglaterra, nombrando Eduar
do III, en junio de 1373, dos procuradores que negociasen
con ellos, los cuales, despu?s de un corto debate acerca de
las condiciones finales, firmaron dicho tratado el 16 de junio
de dicho a?o, que fu? ratificado por el rey en Londres el
mismo d?a (14).
Aun admitiendo que las comunicaciones entre Inglaterra
y Portugal fuesen en aquel tiempo bastante dificultosas, no
es posible concebir que los dos procuradores portugueses no
estuviesen advertidos del cambio de circunstancias ocurridas.
en su pa?s, a no ser que hubiesen firmado el tratado por su
propia iniciativa. De cualquier forma, es curioso observar
(14) Rymer, Foedera, vol. 3, pars prima, p. 985.
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