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los frutos de su fertil, cuanto bien cultivado huerto. Porque todo
cuauto escribi?, un himno es de amor en el fondo y en la forma, a la
R terra agarimosa,
vestida sempre, sempre de froles e verdor,
clue t?n para os setts fillos de nai doces apertas,
e para os foras[eiros delicias t?n e amor?
como el mismo Padre cant? en su fervoroso Hirano a Galicia. Tal
es el fin de esta modesta nota bibliogr?fica, en la que procurar?
catalogar, en honor del ilustre escritor, para ejemplo nuestro y
solaz de eruditos, la obra quo anda dispersa por diversas revistas,
y la que, in?dita, veremos que bien merece el honor de formar
parte en esta corona de siemprevivas, que deposito cari?osamente,
a modo de plegaria, sobre la tumba de tan insigne gallego. Como
se ve, mi trabajo es complementario del que con tanto cari?o,
comp competencia, public? en este mismo BoLETiN D. F?lix Estrada
Catoira, a quien tengo que agradecer, y sinceramente agradezco, al
gunos de los datos que entran en este modesto trabajo.
Cuando se me encomend? la tarea de recorrer los papeles del
difunto P. Celestino (q. s. g. h.), experiment? una muy grata sor
presa al encontrarme con lo que hasta cierto punto era para m? un
secreto: el P. Romero hab?a cultivado con devoci?n la gaya e'en,
cia. Mezcladas con cuartillas, quo trataban de los m?s variados
asuntos, tropec? con algunas poes?as de estilo y factura sencillos
sin duda, pero llenas de delicado sentimiento, y de las que segura
mente desear?n conocer alguna muestra siquiera, cuantos se hon
raron con el trato de var?n tan bondadoso como enamorado de las
glorias patrias. Fuera de quo quienes no vieron jam?s en 61 m?s
que al entusiasta arque?logo, descifrando inscripciones romanas o"
medioevales, o al fil?logo que indagaba sobre temas de la dulce
lengua gallega, gustar?n conocer esta nueva faceta del ilustre hijo
de Boiro.
El P. Garcia Romero no cultiv? la poes?a en el sentido serio
de la expresi?n; ni tuvo jam?s pujos de literato, clue' dir?an mal
con su natural modesto y humilde. Es sencillamente el caso de un
hombre culto, quo para propio recreo vierte en verso f?cil los sen
timientos de su alma candorosa. Era buen humanista, ten?a cora
z?n delicado, y esto basta para que brote ese raudal de afectos, que
todos sentimos bullir en el fondo de nuestra alma, pero que no
a todos es dado exteriorizar, revestidos con las galas que prodi
gan las musas a los que aman. Bien es verdad que ni es mucho lo