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poletfn de la Real 5kcademia Gallega
Por eso sospecho que han ido olvid?ndose y que de ellas s? borrar?=
pronto el recuerdo, si cuidadosamente :no se recogen para transmitir
las a las generaciones venideras, por si, para con ellas est? Luzbel me
jor dispuesto, o para que, en caso contrario, se conserven como mona
mento que pru?be la candidez de nuestros antepasades o la buena'
fe del diablo, entonces.
He ah? por qu? hoy, atento a los requerimientos del Consistorio
de Santiago, recojo y remito las famosas palabras de San Juan, relor
neadas, aprendiendo las qu? y luego recit?ndolas sin la menor equivo
caci?n y en el momento oportuno, muchos de nuestros mayores pudie
ron evitar se los llevase el diablo, en cuerpo y alma.
?Qu? c?mo suced?a est??
Pues, seg?n me enteraron personas sabidas en este orden de
terias, y a?n andar?, que yo no lo he visto, en infolios de otras ?pocas,
parece que el se?or diablo mostraba, y por lo visto muestra hoy, ce
nocimientos de estrategia, escogiendo para sus nefandos planes l?s
.crucijadas o puntos de reuni?n de varios caminos, y all?, paciente
mente sentado o de pie, que es este detalle que ha escapad? a mis
investigaciones folkl?ricas, aguarda la v?ctima, ni m?s ni menos que
? el cazador la pieza.
Es un mancebo, que de un ser?n o fiand?n se retira a su casa;
es t?mida y melindrosa costurera, a quien exigencias de descontenta
diza cliente, que siempre ha habido abusos, obligan a salir ya tarde;
es alguna vieja, a quien los a?os ponen galga a las piernas, quienes,
con el credo en la boca, c?mo suele decirse, ac?rcanse, al lugar temid?.
Una vez all?, si?ntese de pronto el acre y caracter?stico olor a azu,
fre quemado, perfume, a lo que parece, impuesto por la moda en las
mansiones del eterno castigo, y, de repente y de entre las sombras
surge el infernal esp?ritu, con sus cuernos, su barba de chivo, su en
roscada cola y ojos chispeantes. ?Ay del que en el supremo instante
se sienta flaquear, pues est? irremisiblemente perdido!
Con ?nimo sereno o como en tan cr?ticos momentos Dios le d? a.
entender, lo primero que el sorprendido debe hacer es, en el suelo, el
c?rculo de Salom?n, introduci?ndose en ?l sin p?rdida de tiempo,
como en inexpugnable fortaleza, y ya all? empezar?n los certeros dis
paros, cuando el diablo, girando en torno, le invite a decir las palabras
de San Juan, reto?' neadas, siempre el p?caro con la esperanza de qu?,
ignor?ndolas ? equivocando el recitado, se le ofrezca ocasi?n de alar
gar la zarpa.
Mal dibujante, acaso no acierte a trazar de una vez y sin levantar.
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