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132 joletin de la T eal ylcademia Gall eg
D. Francisco Antonio Vilomara y D. Eugenio Bad?a, quienes mani
fiestan lo hacen por s? y en nombre de los ciento ocho alumnos inte
resados.
II
La exposici?n anterior no peca ciertamente, seg?n ha podido
verse, de comedida en sus t?rminos, ni de respetuosa y blanda para
Font?n: sin embargo, a?n la excede en virulencia la destemplad?sima
y acre del Alcalde, quien parece haber querido reunir en su escrito
todas las violencias de lenguaje y las durezas de concepto que la musa
de la m?s rencorosa pasi?n puede inspirar.
Comienza D. Ram?n de Leys y Saco tratando de justificar su in
tervenci?n en el conflicto acad?mico ocasionado por la rectitud de
Font?n. La explica diciendo que, atenta la autoridad gubernativa,
econ?mica y pol?tica, que ejerc?a en nombre del Rey, no pod?aescu
char con pasiva indiferencia los incesantes clamores de tantos padres
de familia de Santiago y su provincia, `que habiendo dedicado sus
hijos a la carrera literaria para esplendor de la naci?n y utilidad del
Estado en esta Real Universidad tan distinguida en Espa?a ?, los
ve?an en el d?a descarriados y perdidos. Se considera el Alcalde en la
dura precisi?n, no s?lo de patentizar esos males, sino de evitarlos, a
fin de que no ocurra en lo venidero lo que califica de cat?strofe general.
Ya veremos luego c?mo Font?n explica la conducta y lenguaje de
Leys y Saco, por motivos mucho m?s humanos y menos generosos
que los alegados por la descomedida autoridad compostelana.
Sigue ?sta exponiendo algunas consideraciones gen?ricas, cuya
da?ada intenci?n se comprende muy a las claras, teniendo en cuenta
la ?poca en que ocurren los hechos que relato : basta recordar que
ocupaba entonces el trono de Espa?a el perverso Fernando VII, y que
imperaba en toda su odiosa eficacia el sistema absoluto, por ninguno
de nuestros monarcas ejercido con tan p?rfida violencia como por El
Deseado.
Dec?a, pues, Leys y Saco, que todo maestro deb?a estar adornado, ,
no s?lo de profundos conocimientos en la ciencia a que se dedicase,
sin? de ? mansedumbre, buena educaci?n y pol?tica ?, para dirigir la
tierna juventud confiada a sus cuidados; y que si en la Universidad de
Santiago la mayor parte de los catedr?ticos eran ejemplo. de virtud y