6o Doleltn de la Real ;Academia Gallega
que el rnonasterio de que form? parte ocup? en Galicia el primer lugar
? entrelas casas que la Orden militarde Santiago tuvo en este Reino.
Cuando ? la citada Orden de caballer?a, por el'Mo?arca:reinante,
se,procura ensalzarla; cuando en la ciudad del Ap?stol se aproxima un'
certamen en el que las obras de arte han de ocupar un preferente lugar.
?Vamos ?;permitir que no se levante una voz, por humilde que sea,
que indique la>importancia de Vilar Donas? De ninguna manera..
Al terminarse en 1861, la carretera que de Lugo se dirige directa
mente ? Santiago, los viajeros que dejando la antigua via romana de'.
Lucus ? Iria por el nuevo y m?s c?modo camino, no podia') por menos
de fijar su atenci?n, (al descender por la pendiente que desde las altu
ras de Montecalvo baja culebreando sin cesar hasta los mesones del
Ferradal en un espacio de cinco kil?inetros; sin otro punto de vista
que aquellos montes cubiertosde brezo, que tan solo en el est?4 obsten
ta sus humildes florecillas; sobre las que se elevan ? prodigiosa altura
las calandrias, que modulando en crescendo sus trinos, dan en la're
ferida ?poca del a?o un poco de animaci?n "? aquel agreste paisaje,
envuelto frecuentemente por la bruma procedente del Mifio y del. Fe
rreira) en un grupo de ?rboles y edificios que en la lejan?a y en una
pequefia depresi?n de la montafia sita al frente, se perciben.
? Dos son las edificaciones que m?s se destacan del grupo: tuna ele
vada Iglesia, sobre la que se abre lo que parece esbelta torrecilla, y ?
poca distancia en un punto m?s elevado, ?tro pequefio monumento 're
ligioso. Todo medio oculto ? causa del arbolado. .
Si el viajero, por curiosidad, pregunta cual es el poblado que tiene}
a la vista, recibe por ?nica contestaci?n ser el convento de Vilar Do
,nas, sin que nadie se complazca en dar m?s detalles, pues al contrario
de lo que en otros puntos de la regi?n sucede, los moradores de aqu?l
pals no conceder) valor al soberbio edificio que tienen como parroquial.
El que estas l?neas ` escribe Cue uno de tantos que numerosas ve
ces`vi?'? lo lejos los restos del ant?guo monasterio de la Orden de San
tiago, y jam?s se le ocurri? apreciarla de cerca. La casualidad le hizo
c?mbiar de opini?n.
En el. Ultimo Enero, hall?ndose en S. Jorge de Aguas Santas, pun
to muy elevado y desde el que se domina el hermoso valle de la Ulloa,
admirando una espl?nd?da puesta de sol, viendo como los rayos del
astro doraban los altos picos de Hermora, iluminando con espl?ndida
luz los castros y altozanos del valle, dejando en la penumbra los '
p?ntos bajos, y pasando la luz que emerg?a del Astrorey, del carmin
al rojo vivo y de este al amarillo rojizo, presentaba un grandioso as