15o $oletIn de la Real ylcademia G?flega
haya sentido el est?mulo vivificador del ambiente peninsular o del am
biente americano.
No soy, por ventura, un ejemplo vivo y manifiesto, de esa incon
trastable solidaridad que la naturaleza impone sobre las ficciones humanas,
que crean los limites y dividen a los pueblos, en tanto que la ley de la
sangre impera con soberan?a absoluta donde quiera que el amor hace su
nido, ya sea entre el rumoroso ramaje de los pinos, ya bajo las pencas
vibr?tiles y solemnes del indolente y delicioso palmar?
Galicia, Cuba. Entre estos dos nombres, que tienen para mi afecto
el prestigio del blas?n flanqueado por dos column?s, en cuyo fuste luce el
?Plus Ultra? de mi vida toda, ha oscilado siempre mi amor, alternativa
mente atra?d? por la fuerza magn?tica de los dos polos que aquellos nom
bres simbolizan. Gallego por nacimiento, cubano por devoci?n ante la
imagen veneranda de mi madre, no sabr?a nunca discernir, en el trance
de una introspecci?n decisiva como una autopsia en vida, donde comien
za en m? lo gallego y donde termina lo cubano.
, Y es que, verdaderamente, ese conflicto sentimental no puede plan
tearse en Cuba ni en Galicia, que son coma las dos valvas de una sola
perla, en cuyos n??ares parec?n fundirse todos los esplendores del cielo de
Cuba y todas las brumas saudosas del cielo de Galicia. Las m?radas de mis
paisanos los gallegos se dirigen constantemente, coma las del ?rabe al hacer
su plegaria se vuelven a Oriente por donde nace el Sol, hacia estas tierras
americanas donde el Sol se acuesta enmedio de una sinfon?a de colores
que lloran la nostalgia de un ayer esplendoroso, cenit del hero?smo his
pano. Galicia se halla espiritualmente, y aun materialmente por la fuerza
de la atracci?n y del deseo, m?s cerca de Am?rica que de Europa. Dir?ase
que son como dos orillas del mismo mar, achicado, angostado por la cos
tumbre de surcarlo con frecuencia y familiaridad incomparables. Desde
aquella estupenda atalaya del Atl?ntico, rinc?n maravilloso del Viejo Con
tinente, la mirada se tiende con amor instintivo hacia estas playas que
ba?a el Mar Caribe, las primeras que visitaron los nautas gallegos embar
cados con Col?n en la nao La Gallega. Gallegos fueron los primeros des
cubridores de Am?rica, los verdaderos pionniers de la epcpeya augusta, la
m?s haza?osa de todas, mil veces superior a la Iliada y a la Odisea, que
se llama Descubrimiento de las Indias Occidentales. Y aunque permanezca
sub judice el pleito de la oriundez de Col?n, que todos los testimonios res
catan en honor de Galicia, y que la conciencia popular ha desde hace
tiempo fallado con todos los pronunciamientos favorables para la hel?nica
Pontevedra, el argumento sentimental, aliado con la filosof?a de la histo
? ria, y con la psicolog?a social, demuestra de modo concluyente que s?lo
Galicia, secularmente polarizada hacia el Mar Tenebroso, pudo sentir el
heroico anhelo de rasgar el arcano de la Atl?ntida y emproar sus naos
hacia las tierras, antes vistas con el coraz?n, que con los ojos.
Un hermano m?o, poeta gallego, nacido en Macuriges, cuyas poesias
cita la Condesa de Pardo Baz?n en su libro De mi tierra, esculpi? en unos
versos esta doble naturaleza de cubano y gallego que alentaba en ?l, como
en m?, y que forma el fondo. de manique?smo subconsciente que late en
lo m?s Intimo del alma gallega, escribiendo: