solet(n de la Real 5Icadenua dallega 393
poeta de inspiraci?n deslumbrante, y poeta gallego adem?s, que cifr? su
mayor gloria en ser de esta su tierra, su Musa tuvo tambi?n la obligada
prueba de cari?o para la lengua nativa, para nuestra lengua gallega, dul
ce, mimosa, tierna, l?rica y al mismo tiempo robusta y varonil, llena de
suaves modulaciones acariciadoras y de melodiosos acentos musicales, que
es miel sabros?sima en los labios que saben pronunciarla, y es calmante
espiritual para las almas que saben sentirla, y es armon?a divina para los
o?dos que saben comprenderla.
Y aunque amaba a este su pa?s sobre todas las cosas, con el intenso
amor, casi m?stico, que en ?l fu? inextinguible y que es propio de nuestra
raza, lleg?ndonos tan a lo hondo y a lo ?ntimo de las fibras de nuestro
coraz?n, que, lejos de nuestros lares, nos hace esclavos de la morri?a y de
la saudade, el poeta no ha escrito, que se sepa, m?s que una sola poes?a
en el idioma en que aqu? le hab?an arrullado de ni?o. Esa poes?a en
gallego se titula. A Alborada, rebosa en ternura, pasi?n y vehemencia,
figura como modelo en nuestras antolog?as, por la belleza de sus im?ge
nes y por los arrebatos de su inspiraci?n, y es un encendido canto amo
roso, digno de aquellos de nuestro tambi?n enamorado Mac?as, que se
desborda en ?xtasis l?ricos y que ha sido escrito cuando su autor acababa
de cumplir los diecis?is a?os.
No puede afirmarse de un modo categ?rico que A Alborada haya sido
la ?nica poes?a que escribi? en gallego, en este idioma
?en que falan os ?nxeles ?s nenos?,
seg?n la inspirada y feliz expresi?n de Curros Enr?quez.
Conociendo cuanto le era querido de todo lo c?e esta su tierra, y sa
biendo que nada hab?a para ?l m?s grato que el recuerdo de su pa?s, del
pueblo donde naci?, es casi seguro que no fu?, que no pudo ser A Albo
rada la ?nica poes?a en gallego que consagr? a tan tierna memoria. Casi
lo da a entender ?l mismo de una manera clara en una advertencia que
contiene la edici?n de sus Poes?as, publicada en 184o. Sus propias frases
lo dicen. No pudo dejar de cantar alguna vez los recuerdos del delicioso
recinto donde estaban su casa paterna , y su cuna de flores. Mil veces ha
suspirado por estos valles, y otras tantas ech? de menos las borrascas de
? este mar cuyos bramidos arrullaron los sue?os de su infancia. El hab?a
! hecho versos dedicados ?exclusivamente? al bello y pintoresco y casi
ignorado rinc?n de la tierra donde pas? los primeros a?os; pero ?acaso la
? vehemencia del afecto le hizo creer siempre fr?a la expresi?n? y por eso
1 los rompi? y los arroj? al olvido con despiadada severidad, ?por parecer
le ?a?ade? indignos del objeto a que los consagraba.?