64 ijolelln de la Real ylcademia? Gallega
El enemigo redoblar? su furia en los sucesivos encuentros; pero no
hay?is temor. Dejad que su artiller?a vomite la muerte por sus cien
bocas, :y que las murallas vengan al suelo reducidas a polvo, y las forti
ficaciones todas vuelen por los aires al reventar de las minas, y millares
de guerreros, irritados por tan inesperada defensa y decididos a no
dejarse vencer por el paisanaje y por un pelot?n de soldados, caigan
sobre la ciudad con la fuerza de un alud desprendido de alt?sima mon
ta?a, y rechazados cien veces, otras tantas vuelvan al ataque, semejando
al rudo golpear de las olas encrespadas de un mar'embravecido. Un
pueblo que ora, no puede ser esclavo; m?s fuerte que los muros de
granito que el ca??n asuela, son los pechos de los patriotas que la
religi?n anima. Ved: mientras la armada inglesa, con p?rdida de algu
nos buques y dos mil soldados, entre ellos la flor de sus milicias, se
hace a la vela para ocultar la, verg?enza de su derrota en la soledad de
los mares, resuenan en los templos de la ciudad los c?nticos de triunfo
que alegraron a la de Bethulia, y los hacimientos de gracias con que
celebr? Mois?s la muerte de Fara?n.
cA Dios se den muchas gracias por ello, ?dec?a Felipe II al Car
denalArchiduque, Gobernador de Portugal?, que lo que principalmente
me dol?a, era ver que se hallaba tan cerca el cuerpo del Ap?stol Santia
go, y yo m?s lejos de lo que quisiera para socorrellos?. Y al escribir tan
piadosas palabras, no hac?a sino interpretar los cristianos sentimientos de
vuestros mayores; que no llorar?an menos que la p?rdida de su ciudad,
las profanaciones y sacrilegios que hubieran cometido en ella y en San
tiago los herejes.
Despu?s que el Jord?n dividi? sus aguas para que a pie enjuto
pasase el pueblo escogido, mand? el Se?or que se erigiera un monumen
to a fin de que, cuando en los tiempos siguientes los hijos de Israel pre
guntaran por su significaci?n, se les contase el portento que hab?a obrado
la diestra del Alt?simo.
Cuando la ?ltima vela de la armada de Drake se perdi? en el hori
zonte, los vecinos de la Coru?a, reconocidos a los favores celestiales que
experimentaron durante aquella prueba terrible, hicieron un nuevo voto
por el que se obligaban a celebrar todos los a?os una funci?n solemne de
acci?n de gracias, monumento que la piedad de sus hijos ha conservado
hasta nuestros d?as y que explica por s? solo la influencia que tuvo la
religi?n en aquel hecho para siempre memorable.
Vosotros hab?is reconocido la deuda sagrada contra?da por vuestros
padres, y ven?s hoy a cumplir el deber que la gratitud impone. ?Quiera
el cielo que no lleguen a extinguirse en vuestros corazones los laudables