ijolelln de la Real Academia Gallega 63
Vuestros mayores conoc?an que no son la espada y la lanza quienes
dan la victoria, y que Dios es quien salva y quien pone en fuga, como ?r
bitro de la guerra, cuya diestra hizo el valor. Seguros de que Dios escu
cha a los quede veras le piden para mayor gloria de su santo nombre,
salen de su oraci?n, como los antiguos m?rtires de la Iglesia, con m?s
ardimiento y m?s generosos br?os.
paso, deben a la religi?n cat?lica el no hallarse en su antigua moral es
clavitud, rivalizaban en valent?a con los hombres, y aun los confortaban
y excitaban cuando ante la inmensa superioridad del n?mero deca?an de
?nimo y el desaliento principiaba a apoderarse de su esp?ritu. La aristo
cr?tica dama se ocupaba voluntariamente en los m?s bajos y penosos
servicios al lado de la humilde hija del pueblo; y mientras unas llevaban
a los combatientes municiones de boca y de guerra, y cargaban mos
quetes y arcabuces, y curaban los heridos, y retiraban los muertos para
darles honor?fica sepultura,,otras acarreaban piedra y tierra, y con sus
propias manos constru?an nuevas fortificaciones o reparaban los desper
fectos de las antiguas, cavando fosos, alzando terraplenes y levantando
empalizadas; y muchas, de lo alto de los muros lanzaban sobre los asal
tantes calderas de agua hirviendo, gruesas piedras y toda clase de armas
arrojadizas, o, en la mano la temible pica de la infanter?a espa?ola, se
atravesaban en la brecha hiriendo furiosamente al enemigo o recibiendo
imp?vidas la muerte para cubrir con sus cad?veres los portillos y aumen
tar ast los obst?culos que se opon?an a la entrada de los sitiadores.
Mayor Fern?ndez de la C?mara Pita, que en lo m?s recio del corn
bate, en lo m?s inminente del . peligro, muerto en la pelea su esposo,
cuando un vendabal de fuego azotaba con furia los endebles muros y
una verdadera granizada de balas barr?a las filas de los defensores, como
la tempestad abate al suelo las espigas de las mieses, y en columna
cerrada, con la desde?osa sonrisa del triunfo seguro en los labios, se
lanzaban al primer asalto y sub?an ya por la muralla los enemigos, se
adelanta animosa a su encuentro y, veloz como el rayo se dirige contra
el jefe de los asaltantes, y, luchando cuerpo a cuerpo, le postra a sus
pies sin vida, siendo causa de que, alentados los suyos con tan alto
ejemplo y presa del terror las huestes enemigas al ver por el suelo su
bandera y muerto su capit?n a manos de una mujer, la victoria en
aquella jornada quedase por la Coru?a; no es, se?ores, m?s que una de
tantas hero?nas, cuyos nombres por desgracia no conocemos, que emu
laron aqu?, caldeado su amor a la patria en el santo fuego de los ,altares
las h aza?as de Judith, D?bora, Jahel y dem?s mujeres fuertes de la Biblia