Bolet?n de la Real Academia Gallega 6i
normandos, que se burlaban de los escollos y entonaban el c?ntico de
la guerra al comp?s de los bramidos del aquil?n.
Como el ?rbol echa m?s hondas ra?ces y m?s se fortalece cuanto
m?s le combate el viento; como las perlas y los corales se forman en
el oc?ano agitado por el furor de la tempestad, as?, en la lucha contra
los invasores extranjeros, y m?s tarde, en los tiempos del feudalismo,
contra los magnates que quer?an dominar en ella, adquiri? la Coru?a ese
esp?ritu de libertad, de legitima independencia, de oposici?n a toda
tiran?a, ese car?cter entero e indomable con que elige la muerte antes
que la deshonra, y prefiere verse arrasada hasta los cimientos antes que
oprimida con las cadenas del despotismo o marcada con la infamante
se?al del esclavo.
D. Fernando de Andrade, terror de los franceses en las gloriosas
campanas que sostuvieron en N?poles los. Reyes Cat?licos; Hernando
Gallego, que condujo la bandera espa?ola a las inexploradas islas de
Salom?n; G?mez P?rez de las Marinas, que exhal? el postrer suspiro
conquistando a Terranate; Juan de Varela, a quien m?s afortunado,
respet? la muerte, a pesar de buscarla durante seis lustros en las
sangrientas guerras de Flandes; L?ngara, el h?roe del combate naval
del cabo de Santa Mar?a; Somoza Montsori?, uno de los m?rtires de
Trafalgar; Romay y Freire, que mandaban en la famosa batalla de San
Marcial aquellas tropas gallegas que, en frase del general en jefe Lord
Wellington, ?llegaron con su denuedo a donde nunca nadie lleg? a, y
otros mil insignes coru?eses (i) cuyos nombres, escritos en las m?s
gloriosas p?ginas de la historia de la guerra, formar?an una lista inaca
bable, dicen bien a las claras que el valor es aqu? hereditario, y que el
sentimiento de la dignidad nacional constituye uno de los rasgos carac
ter?sticos de la fisonom?a hist?rica de este pueblo.
Pero, ?a qu? citar ejemplos del influjo de la religi?n en los hechos
m?s gloriosos de nuestra historia, si lo tenemos aqu?, en el cerco de la
Coru?a de 1589, uno de los m?s extraordinarios episodios de aquellas
incomparables epopeyas?
Nunca se vi? lucha m?s desigual ni de ?xito menos dudoso seg?n
los c?lculos: de la humana prudencia. Una escuadra equipada para
apoderarse de todo un reino, para arrancar a Portugal de la corona de
Felipe II, el pr?ncipe m?s poderoso del orbe, se detuvo, con el fin de
(r) V?ase la interesant?sima obra Galicia, de D. Manuel Murguia, que ha publicado la
casa de Cortezo, de Barcelona.