BOLET?N DE LA ACADEMIA GALLEGA 43
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LA GESTI?N DEL MONUMENTO
No se pretende en estas lfneas sino dar noticia del largo proceso
que hasta hoy ha seguido la iniciativa de ofrendar a la memoria del
gran poets Manuel Curros Enr?quez un monumento digno de su fama.
Que es conveniente recordar, cuando las ideas han tomado encarna
? ci?n definitiva en logradas realidades, los trabajos y dificultades con
que se las encamin? a presentarse transmutadas en hecho tangible:
esfuerzos y trabajos que, no por ser en macho labor silenciosa y pri
vada de los m?s fervorosos, dejan de tener derecho a que se les
aluda en la oportunidad.
Proceso dilatado. Veintis?is aims han transcurrido desde aq?el
7 de ` Marzo de 1908, en que la vida de C?rros Enr?quez se extinguia
en la Casa de salud sostenida por nuestros paisanos de la Habana.
La impresi?n dolorosa del suceso fu? enorme en toda la regi?? y sin
gularmente en La Comilla, ' que se di? cuenta de la magnitud de la
figura que Galicia perdia para siempre. La Coruna, "que habia coro
nado en vida al poeta, en magna fiesta del 21 de Octubre;de 1904,
quiso cuatro a?os m?s tarde, cuando el cable trajo la noticia del tr?ii
sito final de aquel gran espiritu,'recibir su cuerpo en sagrado dep?sito
y enfervorizar al pals para, despu?s de rendir al cad?ver honores
m?ximos, levantar el monumento que recordase a propios y extra?os el
genio y in obra del poeta.
Solicitado el traslado del cadaver de la Habana a esta ciudad,
el d?a 9 de Marzo acordaba la Academia Gallega, coincidiendo en la
iniciativa con la Asociaci?n de la Prensa, gestionar la erecci?n de un
monumento a Curros Enr?quez, y los respectivos presidentes de aque
llas entidades, Murgufa y Cas?s, se ponian al habla para llevar a cabo
el prop?sito.
El 31 de Marzo llegaba al puerto el cadaver, custodiado por e1
presidente del Centro Gallego de la Habana y otras personalidades
de in colonia, y el 2 de Abril presenciaba nuestra ciudad y admiraba
Galicia entera aquella manifestaci?n inolvidable de todo un pueblo
asociado en el tributo a su poeta, muerto a los cincuenta y siete a?os
de edad, cuando aun la vida, si in suerte le hubiese sido propicia, pu