Dolelin de la leal ylcademia Gallega 287
como dice el distinguido arque?logo Sr. Gonz?lez Simancas (i), pues
cerca . de ellas o dentro de sus propios muros siempre hab?a peque?as
iglesias o capillas, como puede verse en los mismos dibujos antiguos que
dicho se?or reproduce y en muchas de las ruinas de nuestras fortalezas
medioevales m?s importantes de Galicia: Fambre, Covadoso y Torres
del Oeste, entre otras muchas.
SU FORMA Y CARACTERES
Aunque tanto las unas como las otras acusan la forma humana de
tal manera que, como dice muy bien el ilustre arque?logo Sr. Lamp?
rez (2) ?tienen algo de urna menfitica? sin embargo, hay algunas que
la presentan de una manera tan convencional que se ve que s?lo fueron
talladas con ella por obedecer al gusto de la ?poca, como sucede con la
de Frades, entre otras, las cuales, fuera del sitio para encajar la cabeza,
siempre bien perfilado y en un plano m?s alto, a manera de almohada,
presentan tal rigidez en las l?neas y holgura en el resto del sarc?fago que
bien se comprende que al hacerlas para nada se tuvieron en cuenta las
proporciones y comodidades (?) de los cuerpos que hab?an de ocuparlas,
siquiera algunas, como la doble de: Fornas, fijen con la diferencia . de
tama?o, el lugar de antemano designado para cada uno de los que en
ellas hab?an de ser depositados. Otras, por el contrario, presentan dicha
forma de una manera tan precisa que no s?lo los lados (interiores se
entiende), Bin? hasta el fondo mismo del sarc?fago, acusando en curvas
suaves la forma de una mortaja a la manera egipcia (de donde acaso
venga su origen), parecen como si estuviesen dispuestas para recoger,
ce?ir y recostar blanda y cari?osamente los cuerpos inanimados de las
personas para quienes, sin duda en vida, fueron talladas, como el sartego
que se conserva en la finca de D. Jos? L?pez, en San Sim?n de la Cuesta
(Lugo) y el de los se?ores de Ozores, ya mencionado.
Esta fidelidad y exactitud con que en algunos de estos sartegos se
siguen las formas y proporciones de un ser determinado, como sucede en
el curios?simo de Santiago de Adragonte, 'hacen, en realidad, de estos
sarc?fagos un algo personal, como si en ellos se hubiese vaciado una forma
humana conocida, como si fuese la huella exacta y completa de un ser
que nunca vimos, pero que claramente adivinamos.
Las sepulturas abiertas en pe?a estaban, naturalmente, como todas,
(1) Obra citada.
(2) Una excursi?n a la Espenuca, trabajo publicado en El Noroeste del
21 de Septiembre de 1903.