242 $oletfn de la Real Academia Gallega
t?an sus fuerzas en mil y quinientas lanzas y otros tantos arqueros,
?buena gente ?, seg?n dice la historia. Logr? apoderarse de seis
galeones de Castilla, que estaban surtos en el puerto; inas la resis
tencia heroica de la villa, promovida y sustentada por su cas
. tellano Fern?n P?rez de Andrade, burl? los esfuerzbs del ingl?s y
la salv? de sus ataques. Frustrado ,este intento, el duque tom()
tierra en punto que no le ofreci? dificultades, yentr? en Santiago,
donde fu? bien recibido; usaba t?tulo y armas de rey de Castilla,
y se le unieron bastantes caballeros y escuderos de la'tierra, hasta
que la contienda termin? en una composici?n conciliatoria que her
manaba el derecho de posesi?n con el de justicia, que fu? el matri
monio del Infante Don Enrique, despu?s III de Castilla, con su
sobriria D.a Catalina de Lanc?ster, nieta del rey D. Pedro, hecho
que rest?bleci? la sucesi?n legal y hereditaria de nuestros reyes,
interrumpida por D. Enrique el Bastardo U
Tat era en la guerra el primer Senor de Pu?ntedeume, aquel
bravo caudillo que, pudi?ndose labrar un trono, se esfuerza en
afianzar en el suyo a D. Enrique, sin faltar ni un momento a la
fe del caballero.
VII
?D?base en ?l la dichosa circunstancia ?escribe Murgu?a (1)?
de que 'unla a sus grandes dotes de valor y generosidad las de una
inteligencia viva y cultivada. Emulo y continuador de la ilustre
serie de pr?cerestrovadores que cont? Galicia en el siglo XIII, y
cuyos ?ltimos acentos ten?an todav?a en la corte de Castilla aquella
fuerza y predominio que tardaron rafts de cien a?ios en perder por
completo, era nuestro Fern?n Perez digno hermano en armas y en
tetras, aunque no tan infortunado, del famoso conde de Our?n, su
conterr?neo y casi vecino. Uno y otro amaban la poes?a y sent?an
la misma viva predilecci?n que su tiempo tuvo por toda clase de
ficciones caballerescas, tanto que, seg?n parece, lleg? el de Andrade
it reunir en su casa buen n?mer? de libros pertenecientes a los di
versos ciclos de la epopeya francesa. Por de pronto consta que
para su uso se copi? aquel especial monumento de nuestra litera
tura medioeval, esto es, la redacci?n gallega de la Cr?nica Troyana
de Benoist de Saint Morre, lo cual (con la Cr?nica Gallega y las
traducciones del pseudo Turpino, y del Fuero Juzgo, hechas, a lo
(1) Gclicia, p?ginas 1.1621.163.