ljoletln de la Real ylcademia Gallega 95
atento adem?s al temor de arrogarme algo que no .es de mi incumben
cia, pues a la posteridad, y no a m?, concierne formular juicios que,
anticipados, pudieran ser arg?idos de prematuros y parciales.
Yo bien ? quisiera hallar margen en este mi pobre discurso para
mencionar, no m?s que? sobriamente, a escritores gallegos que se han
distinguido como poetas, literatos y hombres de ciencia, vali?ndose del
majestuoso idioma castellano para dar forma a sus elucubraciones; pero,
al hacerlo, romper?a el marco del cuadro que me traza el tema elegido.
Sensible es para m? esta contrariedad que me priva de la inmensa satisfac
ci?n de exhibir personalidades de gran relieve que fueron ilustraciones
verdaderas en las Ciencias, en la Literatura, en' el Arte, en el Foro,
en la Milicia, en el Magisterio, en la tribuna y en la prensa pe
ri?dica.
Voy a concluir, pues harto he abusado de vuestra benevolencia;
pero antes de poner t?rmino a mi discurso, s?ame permitido procurar
expansi?n efusiva a amores que anidan en lo' intimo de mi coraz?n y
conmueven sus fibras ? m?s delicadas. Tales amores me los sugiere; esta
Galicia querida, en la cual he vivido y pienso morir, y en cuyo seno
se ha abierto mi alma a las inspiraciones del saber y a los pl?cidos
transportes que origina el sentimiento de la belleza.
Galicia era, hasta hace poco, la Niobe 'de las regiones. La guerra y
la emigraci?n le arrebataban a diario sus hijos, cual se los arrebataban a
aquella desconsolada matrona los dardos inenarrables y despiadados del
Dios de la luz y de la hermosura. Vilipendiada y blanco de reiterados
ultrajes, devoraba en silencio su dolor, hasta que lleg? un d?a en., que la
raz?n y la justicia se impusieron a la insania de sus detractores. Cuando
las monta?as que forman la divisoria de esta regi?n abrieron sus senos
para dar : paso a la potente y rauda locomotora, mensajera de amor y
de paz, vinieron a visitarla los que la denostaban, y al verla tan hermosa
y. tan bella, rindi?ronse a sus encantos, porque el que no se deja sojuz
gar por ellos es que padece incurable ceguera o que se han secado en:
su coraz?n las fuentcs del sentimiento. Vieron entonces, en vez de
calcinadas monta?as de vegetaci?n desmedrada, azulados horizontes,
po?ticas lejan?as, floridos valles, vegas umbrosas, rientes campi?as que
tienen por fondo mares . de esmeralda, paisajes emplazados en las : ver
tientes de los montes, que remedan nacimientos, ciudades populosas :y
bellas, una fauna y una flora ricas en variados productos, y oyeron a la
par los euf?nicos vocablos de un habla mimosa que les brindaba cordial
hospitalidad. As? es que los que antes la mancillaban no pudieron por
menos que rectificar su error, seducidos por el incomparable idilio que