30 BOLET?N DE LA REAL ACADEMIA GALLEGA
Francia para que se prohiba "el libertinaje de las prensas y es
critores de este siglo" concluyendo, en favor de los onom?sticos,
que en los diccionarillos "portatifs" las "pest?feras conclusiones
se introducen m?s solapadamente" que en los primeros. Ataca
tambi?n a Pedro Bayle, el autor del Diccionario Hist?ricocr?tico
"que todo lo sembr? de mecan?simos (sic)? y de otros errores ca
pitales" (n.o 1'79). La reacci?n del monje benedictino contra estas
c?lebres obras de la ilustraci?n francesa est? bien patente y su
impacto en Espa?a ya deb?a de ser bastante grande.
Cierra la obra pidiendo se utilicen el P. Pomey y el P. Pacheco
como modelos para la confecci?n de su so?ado onom?stico. No
conoce la versi?n portuguesa de la obra de Pomey hecha en 1698,
y con otras varias reediciones. Recomienda tambi?n el Nomen
clator octilinguis de Adriano Junio, y termina aconsejando se
le ense?e a los ni?os el alfabeto griego y unas cuantas voces
para comprender los t?tulos de las obras cient?ficas en que entran
como componentes. Recuerda que es una idea que puso en pr?c
tica hace ya cincuenta a?os y consist?a en construir en un pliego
dividido en seis dobleces unas columnas con voces de nombres
de cosas, de acciones, de preposiciones, etc., combinando unas
con otras para crear o explicar compuestos griegos, aunque ya
en los Elementos Etimol?gicos protesta contra estas construc
ciones modernas "Este idioma m?gico es hoy el de la ?ltima
moda o de la refinada charlataner?a. Ya no hay t?tulo de libro,
ni nombre de mixto de la historia natural que no est? arreglado
a ese b?rbaro idioma m?gico" (n.o 75).
Toda esta serie de ideas y proyectos, los m?s queridos de su
quehacer cient?fico, y al mismo tiempo los m?s despreciados por
sus contertulios y admiradores, se evocan ahora, cuando ya su
pluma se niega a obedecerle, cuando ya sus pensamientos seni
les no tienen la agilidad de los pasados. Es su testamento lin
g??stico y bien merece tenerle presente, precisamente este a?o
del centenario de su muerte.
EL MANUSCRITO. Nos servimos para esta edici?n de un
texto, ?nico a nuestro alcance, procedente de la Colecci?n de
Obras del P. Sarmiento de la Biblioteca de la Real Academia de
la Historia, tomo IV, signatura 9/1820. Es una copia de la pri
mera colecci?n de escritos de Sarmiento mandada hacer por el