Dolettn de la Real ylcademia Gallega 305
arruinados (i), a veces de tal manera que dificilmente podr?a se?alarse el
lugar donde se hab?an levantado, lo que hace que hoy al hacer excavacio
. nes aparezcan restos de dichos edificios y, con ellos, algunos de estos se
pulcros antropoides, en sitios donde ya no quedaba ni tan siquiera el re
cuerdo, como sucedi? en el lugar de Santiago del Campo, ya mencionado,
y hubiera sucedido con otras muchas iglesias de no haberse reconstruido
de nuevo, como pas? con Santa Eulalia de Curtis, reedificada a ?ltimos
del siglo x, seg?n consta por un interesante documento repetidamente
publicado (2), y por el cual sabemos que ya por entonces y de muchos
a?os atr?s ven?an enterr?ndose en dicho templo los descendientes de los
fundadores (3).
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"Sepulturas santas" de Fornas
Quiero decir con todo esto que habiendo sido sepultados en estas
iglesias, mon?sticas en su inmensa mayor?a, los nobles y personas m?s
distinguidas de Galicia, pr?ncipes que dir?an los historiadores y panegiris
tas del c?lebre Arzobispo compostelano D. Diego Gelm?rez (q.), hasta el
(1) Por esta causa el monasterio de Sobrado fu? fundado de nuevo en el a?o
1142, por los hermanos D. Bermudo y D. Fernando P?rez de Traba; el de Ban
doja, en 1118, por Romano Rodr?guez, presb?tero, y su hermana Gudigeva; y la
Colegiata de Caaveiro, en 1135, por Alfonso VII el Emperador y su esposa do?a
Berenguela; a pesar de que ya lo fueran todos ellos a mediados del siglo x.
(2) Por Ambrosio de Morales primero, luego por el P. Fl?rez, Verea y
Aguiar y otros autores, insert?ndolo tambi?n el P. Carbajo en su obra citada,
folio 152, donde corrige a Morales en la lectura de dicho documento.
(3) As? lo expresa el Obispo de Iria D. Pedro, restaurador del monasterio
y descendiente de los fundadores.
(4) Los autores de la Historia Compostelana, (tomo XX de la Espa?a Sa
grada, del P. Fl?rez), llaman ?Pr?ncipes de Galicia? (cGalloecice Principibus?)
a nuestros personajes m?s importantes siempre que los nombran (a), t?tulo que
(a) Puede verse, entre otros, el cap?tulo XXX del libro II. ,