414 BOLET?N DE LA REAL ACADEMIA GALLEGA
En ella se registra el encuentro casual del arzobispo dimi
sionario don Bernardo II, que se recoge a la verde y rom?
nica suavidad del Sar, con el electo por el cabildo, don Juan
Arias, el que reclama de su antecesor un saludo que aqu?l le
negaba, a lo que el interpelado repuso :
E diz o obispo non vos conoc?a,
se Deus me balla, ca des que nac?
nunca conv?sco falei nin vos v?.
Todos estos incidentes encierran una ?poca de pol?ticas
e intrigas de gentes pudientes entre las cuales Airas Nunes
hubo de vivir y desenvolver su prudencia y tino para no ad':
herirse a bander?as. Lo mismo que otros juglares cantaban a
los reyes gobernantes, y luego a la muerte de ellos reprodu
c?an sus laudes en torno al que le suced?a en el trono, Airas
Nunes, no olvid?ndose que una alabanza po?tica a tiempo
excita la virtud de la largueza, florec?a en cantares para cada
nuevo se?or, y exaltaba ampliamente las virtudes de sus
protectores.
Noo sabemos el tiempo que pasar?a en el retiro de Sar, go
zando de. una paz que nunca podr?a hallar en los azares de
una vida juglaresca.. La poes?a de Compostela estaba en el
Sar. Poetas y peregrinos acud?an a la vieja capilla y a las
romer?as de famoso nombre que en su atrio se celebraban;
y, sobre todo, a la sombra de los avellanares del r?o de su
nombre, los poetas tejieron mil versos, y los Cancioneros
guardan la m?sica de sus aguas. Aqu? fu? donde Airas Nunes
encontr? reposo a sus a?os' maduros.
Llamar? la atenci?n de mis lectores que haya empezado
su vida al rev?s de lo que suele usarse, historiando primero
los tiempos probables de su vejez. Pero 'esto no es c?lculo
errado, sino imposici?n del material hist?rico que poseo, pues
prefer? adelantar los datos m?s conocidos e indudables, para
asentar sobre ellos otros no tan aut?nticos ni tan ver?dicos.
Confieso, desde luego, que no hay raz?n apod?ctica para
afirmar su naturaleza compostelana. Si alguien lo cataloga
entre ?los poetas n?tidamente santiagueses?, es m?s bien por
el esp?ritu de sus canciones que por confesi?n del poeta. El