BOLETIN DE LA REAL ACADEMIA GALLEGA 259
El jard?n 'de Alborada despliega toda la gama de la flora
cultivada; acacias, aros, azucenas ?y de la flora, silvestre, y a
cada anotaci?n, sea en oto?o o ya en la primavera, por la ma
?ana o en el crep?sculo, la Pardo Baz?n matiza con diferentes
tonalidades su descripci?n.
Para las Mari?as como para las R?as Bajas, las moradas ais
ladas acaban por dar al cuadro su nota pintoresca. La torre de la
residencia es un lugar de observaci?n; se percibe de la playa
misma:
?Situada en un alto la quinta del futuro suegro
de mi tic), la vi desde la misma ensenada donde
desembarcamos. Por mejor decir, lo ?nico que dis
tingu? claramente fue la torre cuadrangular, alme
nada y cuyos cristales te??a de rojo y oro el sol
poniente. El resto del edificio lo cubria una masa de
verdor, como de arboleda? (24).
o bien, a la vuelta de un camino se la distingue en medio de
los ?rboles.
?A una revuelta de la carretera empez? a emer
ger de la ramaz?n tupida del casta?al, el alminar
de las torres de ?Alborada? (25).
Gaspar de Montenegro nos indica simplemente el efecto es
t?tico de la torre:
?La torre de tostadas almenas picudas, in?tiles
para la defensa, pero bonitas sobre el celaje?.
Las Has que do?a Emilia nos presenta, con sus moradas,
est?n bastante caracterizadas para que podamos caracterizarlas
con precisi?n.
El pazo de Alboreda corresponde exactamente al de Meir?s,
que tambi?n tiene en una torre una ventana de ajimez. La Con
(24) Ag. t. I, p. 840.
(25) Colecci?n Rivadeneyra.