BOLETIN DE LA REAL ACADEMIA GALLEGA 393
dono y de soledad de la residencia en ?Los Pazos de Ulloa?, pe
ro en el jard?n invadido por las hierbas, cerca del estanque que
no es m?s que fango, el ; pasado persiste sin embargo en lo
que precisamente encarna la fragilidad.
?como tenaz reminiscencia del pasado crec?an libres,
espinosos y desparramados algunos rosales de va
riedad selecta? (5).
Si ella refiere sin conmoverse este detalle, no puede sin em
bargo cuando observa la decadencia del pazo de Limioso, re
primir un sentimiento de tristeza en el momento que el .mar
qu?s de Ulloa y Nucha han comenzado alegremente su visita
a las notabilidades de la regi?n, el fin de la jornada est? para
ellos plena de melancol?a; no solamente este antiguo pazo ofrece
todos los contrastes con su gran sala en particular donde un
secretaire incrustado de marfil y recubierto con un mont?n de
trigo, donde los,
?Tallos ?asientos de tronco de roble bruto
como los que usan los labriegos m?s pobres? (o).
se hallan en compadrazgo con los sillones de cuero de C?rdoba;
pero todav?a uno de los ?ltimos vestigios de riqueza, un sill?n
se desploma bajo el peso de Nucha. La escena que para ella
misma pudiera prestarse a sonreir est? de hecho impregnada de
tristeza y la autora concluye con emoci?n:
?Salieron del goteroso pazo cuando ya anoche
c?a, y sin que se lo comunicasen, sin que ellos mis
mos pudiesen acaso darse cuenta de ello, callaron
todo el camino, porque les oprim?a la tristeza inex
plicable de las cosas que se van? (T).
As? Ia descripci?n ?detallista? se matiza con un sentimiento
personal.
(6) ., t. I, p. 202.
(6) Ag., t. I, p. 260.
(z) Ag., t. I, p. 261.