Boletin de la Real j4cademia Gallega 187
UN RETRATO LITERARIO DEL CONDE DE TRABA
Nunca fueron, novelistas y dramaturgos, muy respetuosos guarda
dores de la verdad hist?rica; y menos que nunca, tal vez, en aquel es
pl?ndido y fecundo Siglo de oro, en el que todo anacronismo pict?rico
tuvo su asiento y todo teatral convencionalismo su justificaci?n. La
irresistible fuerza creadora, de una parte, y el sincero entusiasmo p?
blico, de la otra, produc?an el milagro de que se olvidaran y hasta se
aplaudieran tamaftas audacias. Cierto que no andamos en esto muy
aventajados al presente; pero la mayor cultura general y el mayor res
peto a los fueros de la verdad artistica obligan a un m?s detenido estu
dio del pasado, cuando de evocarlo se trata sobre el lienzo, sobre el
proscenio o en las p?ginas de un libro.
Hoy, por ejemplo, lo primero que har?a cualquier autor dram?tico
que intentara presentar at p?blico la figura del tutor o ayo del rey y
emperador castellano Alfonso VII, ser?a estudiar, aunque s?lo fuera de
pasada y muy por alto, la figura egregia de aquel preclaro infanz?n
gallego, d?ndole su verdadero nombre de D. Pedro de Traba o D. Pe
dro Froilaz de Traba, y la aproximada edad que habria que suponerle
en el momento de resucitarlo ante el espectador. No procedi? as? el
inmortal D. Pedro Calder?n de la Barca, at ofrecerlo a sus contempor?
neos en su famosa comedia Saber del mal y del bien, una de las m?s
bellas y m?s injustamente preteridas, de las producciones de aquel que
mereci? en justicia el calificativo glorioso de encanto de las musas.
Y es, acaso, que, avaros ante todo de producir en el auditorio la
anhelada emoci?n est?tica, no cuidaban aquellos ingenios de otra cosa
que no fuera el desarrollo del argumento elegido, sin que para ello les
estorbara el romper caprichosamente con todas las trabas de la precep
tiva, ni el apelar a resobados t?picos que el p?blico se sab?a de memo
ria. Eran bastante grandes en sus concepciones para que les detuvieran
menudos escr?pulos que los espectadores, por otra parte, tampoco sen
t?an, a lo que parece. Y asi, todos los criados, ?Tac?n, Calabaza, Can
dil, Mosquito, Cazuela, etc.?, eran copia exacta los unos de los otros;
los r?sticos y villanos llam?banse indefectiblemente Gil, Bras, Tirso y
Perote, como si no hubiera ?tros nombres en el santoral; y asf, tambi?n,
en una misma jornada salvaban los comediantes distancias fabulosas,
am?n de otros reparos y advertencias que no son de este momento ni
de este lugar.