Bolet?n de la leal Academia Gallega
cuanto con ellas se relacionaba, anhelando traer a su patria y hacer en
ella vulgares los m?s recientes conocimientos y m?todos aplicados en tales
investigaciones. Noble empe?o, inutilizado por los sucesos que tuvieron
lugar entonces en Espa?a, y m?s a?n por las durezas y desastres de los ?
amargos d?as que trajeron consigo todo g?nero de temores, y encendie
ron en nuestros campos las cruentas inapagables luchas civiles, que fue
ron castigo, merecido tal vez, pero doloroso.
De estos deseos de los hombres que aspiraban a contribuir a la feli
cidad de sus conciudadanos, es muestra fehaciente el Manual a que nos
referimos. No hab?an pasado ocho a?os que la litograf?a ?invenci?n ver
daderamente admirable para los dibujantes? (t), hab?a empezado a usar
se, cuando ya Guimbernat la explotaba. Puede afirmarse que fu? el pri
mer espa?ol que de ella hizo uso.
La peque?a Gula que entonces debieron nuestros soldados a su pa
triota, llenaba desde luego las mayores exigencias. A?n hoy la lee el cu
rioso con provecho. Entonces debi? ser muy apreciable. Es adem?s de
esto un recuerdo vivo de aquella famosa expedici?n; in?til para Espa?a,
dolorosa para los que la formaban y se vieron obligados a jurar, o no, al
intruso Jos? Bonaparte. Quer?a la suerte que aquellas tropas, que por
donde pasaban daban tan gallardas pruebas de sus aptitudes militares, vi
vieran un momento doblemente separadas de su patria por la distancia y
la incomunicaci?n en que con ella se hallaban. Repartidas en varios pun
tos, ni todas tuvieron noticia de los luctuosos d?as porque estaba pasan
do Espa?a, ni les era dado romper a un tiempo el c?rculo de hierro en
que estaban encerrados. El saberlo fu? para ellos momento de tribula
ci?n. Se les mand? jurar y ni todos lo hicieron. El mismo marqu?s de la
Romana se rindi? entonces a lo intolerable, y no s?lo jur? sin? que or
den? que jurasen. Los m?s indefensos fueron los que se negaron m?s
pronto. Y es justo recordar que entre estos ?ltimos se hallaba un hijo de
Galicia, D. Ram?n Posse, capit?n del regimiento de Asturias, que con
su compa??a estaba destacado en la isla de Setland. Desarmados '?l y sus
soldados, fueron conducidos prisioneros a Francia.
5 Mas no todos sufrieron igual suerte. Habiendo podido abandonar
los pa?ses antes amigos, despu?s inhospitalarios, regresaron a la madre
patria. Tuvo esa fortuna uno de los generales que formaban parte de la
expedici?n, nuestro ilustre paisano, conde de San Rom?n, el mismo que
m?s tarde, en la batalla de Espinosa de los Monteros, di? tan grandes
pruebas de valor que las sell? con su muerte.
(1) H. Bouchot. ?La Lithographie?, p. 30.