BOLET?N DE LA REAL ACADEMIA GALLEGA 395
Es un hecho admitido, que la ?poca renacentista gallega em
pez? con los hombres de la generaci?n de 1840, y se da el caso,
no espor?dico por cierto, de que la aparici?n de este movimiento
cultural va acompa?ado, y aun precedido, de un fuerte regionalis
mo que 'agitaba los esp?ritus, en un af?n de redenci?n y libertad.
Hasta entonces se cre?an los 'gallegos mediatizados; pero, ?hasta
qu? punto?
Cuando un pueblo tiene algo que hacer o decir, no valen des
potismos ni trabacuentas; cuando la tierra es lo suficientemente vi
tal que su matriz necesita fructificar, a pesar de todas las ''podas
y a pesar de todas las inculturas, revienta y sale a la superficie.
? Puede darse poder 'm?s absorbente que el imperialismo ro
mano, que all? donde dejaba sus legiones, s?lo se respiraba aire
del Tiber? Pues entonces fu? (cuando toda Espa?a gem?a bajo su
yugo), la ocasi?n en que los gallegos se revelaron en avasalladora
competencia cient?fica con las . dem?s regiones del Imperio. Desde
aquellos gloriosos siglos IV y V, no volvimos a tener talentos de
aquella categor?a. I
Idacio, Baquiario, Eteria, Prisciliano, Avito, Orosio, etc.,' etc.,
no s?lo engalanaron nuestras villas y' abad?as e iglesias con su
pr?fundo saber, sino que llevaron el polen de sus ideas y teor?as
a fecundarlo por tierras de Africa. y Asia; ya que el resto de Euro
pa nos era inferior.
Y para eso no nos fu? menester contar con una autonom?a
pol?tica, qu? por otra parte quiz? no' la hubi?ramos aprovechado.'
Otra ocasi?n en que nuestra ciencia literaria traspas? el ?rea
de las cuatro provincias fu? en los siglos XIII y XIV, a pesar de
que entonces la hegemon?a pol?tica pertenec?a a Galicia. Los poe
tas galaicos 'rivalizaron entonces con las m?s' poderosas escuelas
literarias del Continente y, a unas las vencieron, a otras las hicieron
sombra, y un momento se temi? en que nuestra lengua se levan
tase con el cetro l?rico de la Pen?nsula e impusiese su uso general,
como derecho de conquista.
Ni un pueblo, ni una literatura son bellos por s? mismos, sino
por los' que los sostienen y empujan. Creer lo contrario ser?a un
c?ndido narcisismo. Los discos y carros no corr?an por la 'arena
del circo, sin un auriga o disc?bolo que los manejase.
Desdeesas dos ?pocas gloriosas, nuestra historia cay? en do
lorosa aton?a. Galicia perdi? el pulso. Las mismas pulsaciones ra
ras, que m?s tarde se manifestaron en nuestro haber Mat?as, Juan