30 FDolettn de la Real $cademia Gallega
blicas: sus m?ritos como literato?y estos eran los que m?s le envane
cieran si la vanidad tuviera cabida en su alma noble y generosa,?le lle .
varon ? la Real Academia Espa?ola, para la que fu? electo Acad?mico
de n?mero, con la unanimidad m?s completa, y, en 1848, al rectorado
de la Universidad de Madrid, explicando al mismo tiempo en el Ateneo
sus Lecciones contra el socialismo,
Por este a?o comenz? ? publicar en La Patria, su hermos?sima
novela?la mejor obra de Pastor D?az en nuestro concepto?De Villa
hermosa ? la China, en la que muchos creen ver una autobiograf?a
del autor.
Consejero de Estado en 1856, Ministro de Estado en el mismo
a?o, senador del Reino en 1858 y representante de Espa?a en varios
paises presto la enfermedad que minaba hac?a tiempo su existencia
hab?a de triunfar por completo.
Pastor D?az fu? un amante de su tierra. Gust?bale descansar en ?
ella y recorrer aquellos sitios y parajes que le hablaban de su pasada
juventud y despertaban en ?l dulces recuerdos.
La muerte hab?a de privarle devolver al amado terru?o, ? dor y,
mir el sue?o eterno, junto ? los suyos, en aquellos encantadores lu
gares que hab?a amado tanto y donde forj?ra sus primeras ilusiones
la ni?ez, al recorrer las pintorescas m?rgenes del po?tico Landro.
El 22 de Marzo de 1863, expir? con la paz del justo rodeado de los
suyos y de sus amigos, en la villa y corte de Madrid, este gallego insig
ne, que tantos honores recibiera en vida.
El diputado, el senador, el Acad?mico de la lengua y de Ciencias
morales, el ministro, el embajador que tantas grandes cruces ostentaba ,
en su pecho, mor?a con pobreza ejemplar como murieron otros tantos
compa?eros y amigos suyos de aquel tiempo de romanticismo ? ideas.
Su entierro fu? una grandiosa manifestaci?n de duelo: Pastor D?az
no dejaba tr?s de s? ni odios, ni rencores, ni?lo que m?s vale?male
dicencias. ?De cuantos podr? decirse hoy otro tanto!
Si la vida pol?tica de Pastor D?az pudo obscurecer sus glorias li
terarias, fu? momentaneamente, pues como dijo muy bien el ilustre
gallego al alentar ? la juventud coru?esa en su culto ? las bellas letras,
?en el hombre p?blico y de talento los t?tulos necesarios son al fin los
?que le dan caracter, los que aseguran y eternizan su nombre.... pues
?apenas han bajado al sepulcro, ya sus nombres no pertenecen ? la po'
?l?tica en que militaron, ni ? los partidos en que se dividieron. Son ya
?solamente de su patria, porque fueron de su literatura.?
Si, igualmente, sobre su obra literaria, especialmente la po?tica,
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