I ? BOLET?N DE LA REAL ACADEMIA GALLEGA '
escudri?ar y traducir el arcano de las piedras milenarias y a descubrir
en los archivos catedralicios y en el ambiente popular la verdad del pa
sado hist?rico, y el romanticismo de tradiciones y leyendas.
Los estudios en Camposancos y en el Seminario de Tuy, b?sicos en
su formaci?n eclesi?stica, fueron tan logrados, que ya antes de docto
rarse en Santiago y de que se le nombrase catedr?tico de aquella Uni
versidad Pontificia, sol?a suplir en el aula a los profesores ausentes.
De igual modo, la monta?a de Santa Tecla con sus vestigios pre
hist?ricos, el altivo ?facho ?, los cultos primitivos que aun hoy se funden
con las t?picas ?romaxes. de holgorio y penitencia a que acuden inmen
sas multitudes; la escalera evocadora, labrada en la roca; la ? citania ?, el
? ?concheiro? petrificado y los restos de los remotos ?castros?, testigos
de la dominaci?n c?lticorom?nica, 'despertaron y acuciaron su afici?n a
tan arduas investigaciones. Constituy? singular caracter?stica en . los
diferentes ramos de su actividad intelectual.
El que fu? un d?a modesto capell?n de las Carmelitas de La Guar
dia y pronto p?rroco en El Rosal, en San Francisco de Vigo y, en la
misma pintoresca y'bien amada villa guardesa de su nacimiento, ?sen
timental designaci?n ?sta que le llen? de gozo?, ni un instante descuid?
el atrayente objetivo secular.
En Tuy sigui? escribiendo y ' rebuscando en bibliotecas, archivos.
y monumentos con un constante af?n de desentra?ar las viejas civiliza
ciones en nuestro suelo.
Promovi? infatigable las excavaciones en el monte, que tan notable '
resultado dieron, y no cej? hasta que atrajo hacia aquella solitaria cum
bre, escenario maravilloso de remotos hechos, la atenci?n de los doctos.
y de los t?cnicos, seguidos pronto por los turistas. (La subsiguiente
repoblaci?n de la vasta zona, pertenece ya a la que yo llamo ?civiliza
ci?n Areses?, nunca bastante alabada).
Extendida la fama, por la importancia de los descubrimientos, y
fundada al calor del entusiasmo la benem?rita ?Sociedad ProMonte?
con el curioso museo anejo, acudieron a La Guardia y al Tecla sabios
como Obermayer, que exaltaron y estimularon la magn?fica empresa.
De ella fu? largo tiempo Dom?nguez Fontela propulsor ferviente y en
tendido, con un grupo de cultos amigos incondicionales. El museo y
la profusi?n de objetos de piedra, cobre, hierro y cer?mica prerom?ni
ca que atesora ?desde la bella estatuita de H?rcules hasta los bronces
del siglo y, las f?bulas y los ?dolos ib?ricos desenterrados?, patentizan
la gran voluntad y el enorme esfuerzo personal desarrollado.
En aquella a?orada revista La Voz del Tecla, peque?ita y simp?tica,