Bolet?n de la. Real Academia Gallega 131
autoridades superiores, tenemos que registrar una nota muy triste. La
vida nos ofrece estos contrastes: casi siempre en ella van unidos la
alegr?a y el dolor. Nosotros no pod?amos sustraernos a esta ley fatal.
As? tenemos que llorar a nuestros queridos amigos y compa?eros, el
inspirado poeta y Acad?mico de n?mero D. Valent?n Lamas Carvajal
y a los distinguidos escritores, Acad?micos correspondientes, D. Ro
gelio Lois, D. Mois?s G. Besada, D. Urbano Gonz?lez Vareta, D. Ju
lio Sotelo, D. Juan Cubeiro Pinol, D. Ram?n A. de la Bra?a y D. Mart?n
D?az Spuch, arrebatados inesperadamente al cari?o de los suyos. No
parece Bin? que pesa sobre nuestra regi?n un hado infausto. ?
La Junta de Gobierno ya envi? el p?same a las respectivas fami
lias; pero creer?a no cumplir con su deber si en esta solemne ocasi?n no
manifestase p?blicamente su duelo por tan dolorosas p?rdidas, duelo al
que no dudamos os unir?is todos vosotros.
? He aqu? nuestra principal labor. La Academia Gallega est? creada:
tiene personalidad y su domicilio est? abierto para todos. Vengan a ella
todos los que se precien de buena voluntad y amen un poco a nuestra
tierra. Ay?dennos en nuestros trabajos ya comenzados: el BOLETfN,
del que van publicados cinco n?meros, y el Diccionario, del que se tie
nen algunos miles de papeletas. Ancho campo se nos ofrece en la esfera
de acci?n de la Academia para que nuestras energ?as se empleen en.
favor del amado terru?o.
Y ahora, para terminar, despu?s de dar gracias a la patri?tica
Reuni?n de Artesanos por su generosa hospitalidad, permitirnos dirigiros
un ruego: vaya desde aqu? un entusiasta aplauso para todos aquellos
buenos hijos de Galicia, a quienes la lucha por la vida arranca de sus
hogares. Ellos, en apartadas regiones, sienten cada d?a m?s vivo su afecto
a la tierra natal, y para ella desean aquellas bienandanzas y prosperi
dades que anhelamos todos, pues si alguna vez en nosotros se adorme
ce el amor patrio, ?ste resurge con mayor fuerza cuando la vemos sumi
da en la desventura; que para el hombre no hay ning?n pa?s m?s bello,
ni mejor, ni m?s grato, ni m?s cautivador, ni m?s querido que aquellos
lugares donde nacimos, donde se desliz? nuestra infancia, donde yacen
los venerandos restos de los que hemos amado, donde se cobijan nues
tros afectos y pasiones y donde todo, todo, est? indisolublemente unido
a nuestras horas de alegr?a y de tristeza, de temores y esperanzas...
He dicho. EUGENIO CARRE ALDAO.