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cios tienen por ?nico fin el amor? (i). Por lo cual con raz?n suele decirse
que el amor todo lo puede y que el amar, el querer es poder. De todo
esto infiero que teniendo yo un afecto tan acendrado a la bell?sima regi?n
que f?rtilizan las aguas del. Sil y del Mi?o, estar? siempre dispuesto a
sobrellevar contento y resignado fatigas, trabajos y sacrificios, todo cuan
to pueda contribuir a llenar las obligaciones por m? contra?das, ya que
todo redundar? en honor y prestigio de nuestra bien aviada Galicia.
Si todo gallego bien nacido cumple > dignamente el deber sagrado de
laborar por el buen nombre de su peque?a patria, salta a la vista que
estamos muy' especialmente obligados a ello los : miembros de la Real
Academia Gallega m?xime los que vivimos en estas Rep?blicas Hispano .
Americanas, donde todav?a prevalece la vieja, est?pida y tenaz costumbre
de tomar en son de mofa, en tono despectivo, el honroso nombre de ?
gallego. Trabajemos, pues, cuanto podamos por disipar preocupaci?n tan
injuriosa para nosotros, divulguemos m?s y m?s nuestra brillante historia
regional,, nuestras glorias m?s puras, nuestras joyas m?s preciadas, los
nombres y hechos de nuestros m?s excelsos compatriotas.
Nosotros tenemos derecho a ser respetados tanto como los hijos de
las dem?s regiones, ya que, seg?n escribe justa y piadosamente indignada
la gloriosa escritora gallega, D.a Concepci?n Arenal, en Galicia ?vieron
la luz muchos que pueden ser honra de cualquier suelo? (2). Y en efecto,
en nuestra hermosa y paradis?aca regi?n se meci? la cuna de reyes como
D. Ramiro II de Le?n, el vencedor. de Simancas; Alfonso VI, el conquis
tador de Toledo; y Alfonso VII, el invicto Emperador; de capitanes como
Nu?o Alfonso, el famoso alcaide de Toledo, quien, al decir de Men?ndez
Pelayo, logr? victorias tan insignes ?que parecer?an fabulosas si no estu ?
viesen tan comprobadas?; y como Fernando de Andrade, el que en Se
minara venci? a los vencedores del Gran Capit?n; de marinos valent?si
mos como Alonso Jofre Tenorio; de moielos de lealtad como Men. Ro
driguez de Sanabria; de virreyes, como el Conde de Lemos; de diplom?
ticos de la talla del Conde de Gondomar; de sabios enciclop?dicos al estilo
de Pedro Compostelano; de juristas, como D. Francisco Caldas Pereira
de Castro; de fil?sofos como Francisco S?nchez, el Esc?ptico; de te?logos
como el Cardenal Garc?a Gil, luz y ornamento del Concilio Vaticano; de
pol?grafos como el P. Feij?o Montenegro...
Mas za qu? acudir a la Historia de Europa, cuando en la de Am?rica
? est?n escritos con letras de oro los nombres de una ' numerosa falange de
(t) Plat?n en el Banquete, discurso de Eryximaco.
(2) La Ilustraci?n Gallega y Asturiana, tomo II, p?gina 418.